¿Critica o Conciencia?
Elisa Sainz • 11 de noviembre de 2025

Durante un concierto en la Ciudad de México, Maluma detuvo su presentación al ver entre el público a una mujer con su bebé de apenas un año en brazos.


Con una mezcla de sorpresa y preocupación, el cantante —que también es padre— le pidió que, por favor, la próxima vez pensara en el bienestar del niño. Dijo que el volumen del sonido podía ser dañino y calificó la situación como irresponsable.


  • Me da pena la verdad.


Dijo el cantante después de la reprimenda. 


El comentario se volvió viral. Algunos lo aplaudieron, otros lo criticaron. Pero más allá de la polémica, yo me quedé pensando: ¿de qué se trató realmente ese gesto? ¿Fue una crítica… o un acto de conciencia?


El valor de detenerse


Cuando un artista detiene un concierto frente a miles de personas para hacer una observación así, no solo está emitiendo una opinión. Está recordando algo que como sociedad a veces olvidamos: que la responsabilidad también es amor.


No sabemos qué llevó a esa madre a asistir al evento con su bebé. Quizás fue una decisión impulsiva, un deseo de compartir, una oportunidad especial. Pero lo cierto es que ser padres no nos da licencia para hacerlo todo. A veces, el amor necesita ir acompañado de límites, y la conciencia no se opone al disfrute, sino que lo guía.


Entre juzgar y despertar


El peligro está en confundir la conciencia con la crítica.


Cuando alguien nos señala algo que podríamos mejorar, nuestro primer impulso suele ser defendernos. Pero si logramos respirar, bajar las defensas y mirar más allá del tono, muchas veces encontramos un mensaje que vale la pena escuchar.


Quizás lo que Maluma hizo fue un llamado de atención incómodo, pero necesario. Uno que nos recuerda que criar implica pensar por alguien más, anticipar lo que el otro aún no puede ver, decidir desde el amor pero también desde la razón.


En mi libro Líderes en la Crianza hablo de cuatro acuerdos que hice conmigo misma —como mujer y como madre— para poder disfrutar más del proceso de criar y, al mismo tiempo, ejercer mejor esta labor que a veces parece infinita.


El último de esos acuerdos, y no por ser el menos importante, es encontrar el equilibrio.


Vivimos tiempos en los que se repite mucho la idea de que no debemos sacrificarnos, que no debemos poner a nuestros hijos por encima de la mujer que somos. Se dice que, si lo hacemos, dejamos de brillar, nos apagamos, nos perdemos. Y aunque entiendo esa mirada —porque también creo en el autocuidado y en la importancia de no abandonarnos—, mi experiencia me ha enseñado que sí hay sacrificios que valen la pena.


Ser madre transforma. Cambia nuestras prioridades, nuestros ritmos, nuestras formas de estar en el mundo. No se trata de desaparecer detrás del rol de madre, pero tampoco de negar que criar implica renuncias, pausas y elecciones que a veces duelen. Encontrar el equilibrio no es un punto fijo, es un movimiento constante entre lo que damos y lo que necesitamos conservar.


Y pienso en todo esto porque ese gesto de Maluma me hizo reflexionar profundamente sobre ese equilibrio.


Equilibrio: la palabra que nos salva.


Ser madre o padre no significa dejar de vivir, pero sí significa vivir de otra manera.


Encontrar el equilibrio entre nuestros deseos y las necesidades de nuestros hijos no es fácil, pero ahí está la esencia de una crianza consciente.


Cuidar no es prohibir. Proteger no es sobreproteger. Es simplemente entender que hay etapas, tiempos y lugares y que cada decisión que tomamos frente a un hijo —por pequeña que parezca— puede convertirse en una lección sobre amor y responsabilidad.


Y tal vez, como Maluma, a veces también nosotros necesitemos detener la música para recordar lo esencial:
que la crianza no es una renuncia, sino un acto de amor consciente.


Un abrazo


Elisa Sainz Triana