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Nosotros los seres humanos tenemos necesidades y todo lo que hacemos en nuestra vida consciente o inconscientemente es un intento de satisfacerlas. Incluso cuando educamos, incluso cuando corregimos, cuando hablamos, gritamos o callamos lo hacemos tratando de cubrir una necesidad interna. Muchas veces usamos un recurso maravilloso para lograrlo: la comunicación. La comunicación es ese puente que nos une, ese hilo invisible que puede crear lazos profundos o cortar vínculos sin que nos demos cuenta. Es a través de ella que enseñamos, criamos y guiamos. Pero también es a través de ella que muchas veces nos alejamos, herimos, lastimamos no porque queramos hacerlo, sino porque no sabemos hacerlo mejor. Cuando la comunicación es mal empleada, poco a poco vamos rompiendo esos hilos invisibles, esos lazos afectivos que nos conectan a uno con los otros. Tal vez ya has escuchado hablar de la Comunicación No Violenta y si es la primera vez que escuchas este término, aquí te lo presento. Este enfoque fue creado por el psicólogo estadounidense Marshall Rosenberg y ha sido utilizado con éxito en entornos laborales, en procesos de paz entre mandatarios, en universidades, en la vida de pareja y sí, también en la crianza. Porque si hay un lugar donde necesitamos comunicación clara, empática y consciente, es en casa. ¿Qué es la Comunicación No Violenta (CNV)? No se trata simplemente de hablar bonito, ni de evitar los gritos, tampoco se trata de permitirlo todo, sino de aprender a expresar lo que sentimos y necesitamos, sin juzgar, sin culpar, sin agredir. También de aprender a escuchar lo que el otro siente y necesita aunque ese otro tenga apenas 3 o 6 años, aunque aún no sepa ponerle palabras a lo que le pasa Marshall Rosenberg propuso un modelo con cuatro pasos esenciales : Observar sin juzgar No es lo mismo decir “Eres un desobediente” que decir “Hoy no recogiste tus juguetes después de jugar” El juicio genera culpa. La observación abre la puerta al diálogo Reconocer lo que sentimos En vez de gritar “¡Me tienes harta!”, podemos detenernos y decir: “Me siento cansada y abrumada cuando veo todo desordenado” Nombrar la emoción la saca del cuerpo y la pone sobre la mesa Identificar la necesidad detrás de la emoción “Necesito orden para poder descansar un poco” “Necesito sentirme acompañada en las tareas del hogar” Las necesidades no son caprichos. Son parte de lo que somos. Hacer una petición clara y concreta “¿Puedes ayudarme ahora a guardar los juguetes en la caja?” Pedir no es imponer. Pedir desde el respeto es enseñar cómo se convive, cómo se cuida, cómo se ama. ¿Por qué usar CNV en casa con nuestros hijos? Porque nuestros hijos aprenden no solo lo que les decimos, sino también cómo lo decimos. Si usamos gritos, sarcasmo o amenazas, eso es lo que ellos entenderán como lenguaje válido y aunque obedezcan, lo harán desde el miedo, no desde la comprensión. En cambio, cuando usamos la CNV: – Modelamos una forma sana de resolver conflictos – Enseñamos empatía con el ejemplo – Fortalecemos el vínculo sin perder la autoridad – Creamos un ambiente donde todos pueden expresar lo que sienten ¿Es fácil? No. ¿Vale la pena? Sí. Claro que no es sencillo, porque fuimos criados muchas veces desde la violencia disfrazada de “corrección” Porque no aprendimos a hablar de lo que sentimos sin herir. Ni a escuchar lo que el otro necesita sin defendernos. Pero lo bueno es que podemos aprender, podemos comenzar de nuevo, podemos transformar la crianza en una experiencia más consciente y la casa en un espacio de conexión real. Porque criar también es criar nuevas formas de comunicarnos y tal vez, al hacerlo, nos estemos criando también a nosotros mismos. Si este tema resuena contigo y quieres seguir aprendiendo únete a nuestra comunidad de WhatsApp Parents and Leaders . Un espacio para crecer como madres, padres y líderes. Haz clic en este enlace y acompáñanos en este camino de transformación real. Un saludo cordial Elisa Sainz Triana

Esta pregunta me la han hecho muchas veces y suele venir de padres que ya están mirando la crianza con otros ojos. Padres más conscientes. Padres que no quieren repetir lo mismo solo porque “así se ha hecho siempre”, sino que se preguntan si hay otra forma. Una forma más efectiva, más humana, más amorosa. Y esa pregunta, por simple que parezca, es el comienzo de un gran cambio . Porque millones vieron caer la manzana… pero fue Newton quien preguntó ¿por qué? La diferencia no está en lo que vemos, sino en lo que nos atrevemos a cuestionar . Como líder en tu hogar, es importante reconocer cuándo una consecuencia es realmente educativa y cuándo es simplemente un castigo disfrazado. Esta diferencia marca un antes y un después en la relación con tus hijos. ¿Qué es realmente el castigo? El castigo es una acción que busca hacer sentir mal al niño para que aprenda una lección. Pero lo que suele provocar es otra cosa: miedo, resentimiento, vergüenza, deseo de revancha o desconexión emocional. Los niños castigados pueden obedecer, sí… pero lo hacen por miedo, no por conciencia. ¿Y entonces? ¿No hay consecuencias? Claro que sí. Pero no todas las consecuencias educan. Hay una gran diferencia entre castigar y aplicar consecuencias naturales o lógicas : Una consecuencia natural ocurre sin intervención del adulto (si no llevas abrigo, pasas frío). Una consecuencia lógica implica al adulto, pero se aplica con respeto y propósito educativo (por ejemplo, “solo lavo la ropa que esté en el cesto”). Ambas pueden enseñar si se aplican sin culpa, sin humillación, sin enojo. Lo que los niños pueden pensar cuando son castigados, “Soy malo, no valgo.” “Mejor no lo vuelvo a hacer, pero por miedo, no porque entienda que estuvo mal.” “Tengo que agradar a los demás para sentirme valioso.” “¿Cómo evito que me atrapen la próxima vez?” “Me voy a vengar.” “Esto no es justo.” Las 4 R del castigo: lo que suele dejar en los niños Cuando se usa el castigo como herramienta disciplinaria, puede parecer que “funciona” a corto plazo: el niño se detiene, obedece o cambia la conducta. Pero internamente, muchas veces lo que el castigo siembra no es aprendizaje ni conciencia, sino estas cuatro R: Rencor El niño guarda resentimiento hacia el adulto. No necesariamente por lo que hizo, sino por cómo fue tratado. Este rencor se puede quedar dentro, en silencio, o salir en forma de palabras duras, distancia emocional o frialdad. Rebeldía El niño puede adoptar una actitud desafiante, con pensamientos como: “¿Ah, sí? Pues ahora lo haré más.” La rebeldía es una reacción de defensa frente al control. A veces se expresa de forma directa, y otras de forma pasiva (olvidos constantes, desobediencia silenciosa, indiferencia). Retiro (o Resignación) Algunos niños, en lugar de rebelarse, se retraen emocionalmente. Se apagan. Piensan: “Para qué intentarlo si todo lo hago mal.” Esto puede parecer tranquilidad, pero en realidad es un cierre del corazón. Es una pérdida de conexión. Revancha El niño no olvida. Puede que no tenga fuerza o permiso para responder en el momento, pero muchas veces busca la forma de “devolver el golpe” más adelante. La revancha no siempre es agresiva: puede ser con mentiras, sabotajes, desobediencia oculta, o incluso dañándose a sí mismo para hacer sentir mal al adulto. El castigo no educa, condiciona y lo que se condiciona desde el miedo o el dolor, no se integra como valor, sino como defensa. Entonces, ¿qué hacer? 👣 Lidera con conciencia. Decide qué harás tú en lugar de enfocarte en lo que harás que tu hijo o hija haga. Ofrece elecciones, aplica consecuencias que enseñen y mantén el respeto en el centro. En las situaciones que puedes no intervenir y dejar que las consecuencias sean las naturales, hazlo, las consciencias naturales son muy efectivas. Si vas recurrir a las consecuencias lógicas, recuerda las 4 R de una consecuencia lógica bien aplicada: Relacionada con la conducta. Respetuosa , sin herir. Razonable , sin exagerar. Revelada con anticipación , no sorpresa. Atrévete a hacer preguntas, La crianza cambia cuando dejas de repetir y empiezas a pensar. Cuando te detienes, observas y preguntas: ¿Esto lo estoy haciendo por amor o por miedo? ¿Mi hijo está aprendiendo o simplemente obedeciendo? ¿Estoy criando desde la urgencia de “corregir ya”? ¿Estoy criando con la visión de largo plazo que forma a una persona segura, empática y con valores? Las respuestas a estas preguntas pueden cambiar tu mundo y el de tus hijos. Y si no sabes por dónde empezar, empieza por aquí: ✔️ Deja de hacer que tu hijo se sienta mal para que se porte mejor. ✔️ Empieza a conectar, enseñar y confiar. ¿Te gustaría seguir aprendiendo? Únete a nuestra comunidad de WhatsApp donde seguimos profundizando estos temas cada semana. Si aún no formas parte, únete en este enlace.

Muchas veces pensamos en los límites solo como algo que los demás deben respetar en nosotros. “Mi pareja no se acaba de dar cuenta que no me gusta el deporte y siempre quiere que lo acompañe a ver los partidos”. “Mi familia no me valora, en casa lo hago todo yo, me gustaría más ayuda la verdad” “Mi madre se entromete en todas las decisiones que tomo con mis hijos”, “Mis hijos invaden mi espacio y a veces me asfixia” Esos ejemplos que te compartí son solo algunos de los tantos que traen a la sesión madres con las que he tenido la oportunidad de hablar sobre este tema. Todos ellos lo que tienen en común es la falta de límites. ¿Qué son los límites personales? Los límites personales son las reglas invisibles que protegen tu espacio, tu energía, tu tiempo y tu paz. Son los que marcan lo que estás dispuesta o dispuesto a aceptar... y lo que no. Son una forma de autocuidado, de afirmarte en tu valor, y de construir relaciones más sanas y auténticas. Cuando pones un límite, estás diciendo: “Aquí́ me cuido.” “Esto me incomoda.” “Hasta aquí́ está bien para mí.” Los límites no alejan, alinean. No dividen, protegen, no hieren, ordenan. Usaré los ejemplos que mencioné anteriormente para explicarte de una manera concreta como poner límites. “Mi pareja no se acaba de dar cuenta que no me gusta el deporte y siempre quiere que lo acompañe a ver los partidos.” Cómo poner límites: “Sé que para ti es importante compartir esos momentos, y agradezco que me quieras incluir. Pero quiero ser honesta: el deporte no es algo que disfrute, y cuando lo hago solo por complacer, me siento incómoda. Podemos buscar otros espacios para compartir que nos gusten a los dos.” Este límite afirma tus gustos sin desvalorizar los suyos, y abre la puerta a una solución conjunta. Nota importante: Debes también respetar su espacio de que vaya solo a ver los partidos si decide hacerlo porque no es justo pedirle que renuncie a algo que le gusta a la otra persona. “Mi familia no me valora, en casa lo hago todo yo, me gustaría más ayuda la verdad.” Cómo poner límites: “He estado sintiendo mucho peso en casa porque hay muchas tareas que estoy asumiendo sola. A partir de ahora voy a repartir responsabilidades para que todos colaboremos. No lo hago para castigar a nadie, sino porque necesito cuidar mi energía y que todos aprendamos a vivir en equipo.” Este límite transforma la queja en una acción concreta que promueve responsabilidad y equilibrio. Nota importante: Respetar tus limites aquí, como muestra de amor propio sería haciendo lo que te corresponde y las tareas que son de otros, dejárselas a los otros. Si no cumplen con su parte, no te eches la carga arriba otra vez, simplemente vez y preguntas: ¿Qué pasa que no estas cumpliendo con tus deberes? “Mi madre se entromete en todas las decisiones que tomo con mis hijos.” Cómo poner límites: “Mamá, valoro tu experiencia y sé que lo haces desde el amor. Pero necesito que confíes en mí como madre. Estoy aprendiendo y necesito tener el espacio para tomar decisiones, incluso si me equivoco. Si en algún momento quiero un consejo, te lo pediré con cariño.” Este límite honra el vínculo, pero coloca con claridad tu rol de autoridad como madre. “Mis hijos invaden mi espacio y a veces me asfixia.” Cómo poner límites: “Los amo con todo mi corazón, pero necesito momentos para mí. Tener un tiempo sola no significa que los quiero menos, significa que necesito recargarme para estar mejor con ustedes. Voy a tomarme 20 minutos cada día sin interrupciones. Luego estaré disponible para jugar o hablar.” Este límite enseña autocuidado y muestra a tus hijos que mamá también es persona. Preguntas poderosas ¿Yo soy capaz de respetar los límites de los demás? ¿Cómo puedo pedir que respeten mis límites si yo no sé manejar los de otros? ¿Qué siento cuando alguien me pone un límite? Si quieres comenzar a poner límites con claridad y amor, primero necesitas aprender a aceptar los límites que los otros te ponen . Esto puede ser incómodo, pero también transformador 💫 Porque los límites bien puestos y bien recibidos… construyen relaciones más sanas, más libres y más verdaderas. Si esta reflexión te resonó, no estás sola en el camino de la Crianza. En Parents and Leaders caminamos juntos para transformar la crianza en un viaje más real, más ligero y más consciente. Únete a nuestra comunidad de WhatsApp y recibe recursos, ideas y acompañamiento directo. Si aún no formas parte, únete ahora en este enlace. Nos vemos por allá, Elisa

Este blog está dedicado a todos los padres y profesionales del cuidado infantil. La base de un ambiente sano — ya sea en casa o en el aula — es la capacidad de comunicarnos con claridad y empatía. Cuando nuestras palabras, gestos y silencios expresan lo que realmente sentimos y necesitamos, abrimos la puerta a relaciones más fuertes, procesos más fluidos y un bienestar que se contagia a todos los que nos rodean. ¿Por qué es tan vital la comunicación? Satisface necesidades y construye vínculos. Desde pedir ayuda hasta compartir un logro, comunicarnos nos permite ser vistos y escuchados. Comparte conocimiento y guía. Explicar, orientar y ofrecer retroalimentación impulsa el aprendizaje y el crecimiento mutuo. Previene y soluciona problemas. Un mensaje claro reduce malentendidos y desactiva conflictos antes de que escalen. Cuando las palabras no fluyen: riesgos de la comunicación ineficaz Estrés y frustración en el personal. Si la información entre docentes y dirección no es clara, aumenta la tensión y baja la calidad del trabajo. Niños desorientados. Sin expectativas explícitas, surgen conductas no deseadas y emociones difíciles de manejar. Familias insatisfechas. Padres que no reciben respuestas oportunas o comprensibles pueden perder confianza y buscar otro programa. En resumen, cada hilo roto de comunicación erosiona la armonía y los resultados que buscamos. Dos caras del mismo puente: comunicación expresiva y receptiva Expresiva (emitir) Palabras, tono, gestos y miradas cuentan tu historia. Ajusta el lenguaje: uso de frases sencillas para los niños, cortesía y formalidad para los padres. Reconocer estas dos dimensiones nos recuerda que hablar sin escuchar no es dialogar, y escuchar sin responder no cierra el ciclo. Receptiva (escuchar/comprender) Atención plena al mensaje del otro. Haz contacto visual si es culturalmente apropiado, reconoce emociones y pide aclaraciones cuando algo no sea claro. Buenas prácticas para un diálogo efectivo Adapta el idioma y la forma. Traduce o apóyate en intérpretes cuando una familia no domina el español. Con los pequeños, usa frases breves y ejemplos concretos. Cuida tu cuerpo. Tu rostro y postura comunican tanto como tus palabras. Una sonrisa sincera refuerza el mensaje “me importas”. Responde a tiempo. Correos, notas o reuniones pospuestas generan incertidumbre; la prontitud demuestra respeto. Aclara expectativas. Expón reglas, rutinas y objetivos de forma sencilla y visible en el salón y en casa. Fomenta la escucha activa. Repite en tus palabras lo que entiendes, valida sentimientos y pregunta antes de asumir. Honra la diversidad cultural. Investiga costumbres: el contacto visual, el tono y la distancia física cambian de una cultura a otra. Sembrar diálogo hoy, cosechar armonía mañana Cada interacción es una oportunidad para construir un puente o levantar un muro. Elegir la comunicación consciente no solo evita crisis; potencia el aprendizaje, reduce el estrés y crea una red de apoyo indispensable para el desarrollo infantil. Hablar y escuchar con intención convierte nuestro hogar y nuestro centro infantil en lugares donde todos crecemos. En resumen, la comunicación es el hilo invisible que sostiene cada relación en nuestro hogar y en el centro infantil Cuando tejemos ese hilo con claridad empatía y escucha activa sembramos un clima de confianza donde el aprendizaje florece y los problemas pierden fuerza Por eso te invito a dar hoy un paso consciente: antes de asumir que tu mensaje llegó verifica escucha y adapta tu lenguaje a cada niño madre padre o colega Pequeños gestos como preguntar ¿me expliqué con claridad? o resumir lo que escuchaste pueden transformar un momento de confusión en una oportunidad de conexión profunda Recuerda que cada palabra mirada o silencio construye puentes o levanta muros. Elige ser puente. Si deseas más recursos y acompañamiento para fortalecer tu liderazgo comunicativo únete a nuestra comunidad de WhatsApp Parents and Leaders y sigamos creciendo juntos.

Si hay unas vacaciones que me encanta hacer con mis hijos, es ir de crucero. Para mí, los cruceros son el plan familiar ideal porque, sin exagerar, tienes todo lo que necesitas en un solo lugar. Diversión, descanso, comida, entretenimiento y aventuras… todo flotando sobre el mar. Lo que más disfruto es ver a mis hijos felices. Si el barco tiene tobogán (¡y te recomiendo que lo tenga!), mis hijos se tiran por ahí unas 40 veces al día. Es como si la diversión no tuviera fin. Y cuando llega la hora de comer, aunque hay restaurantes a la carta, terminamos casi siempre en el buffet: allí hay tantas opciones que siempre encuentran algo que les gusta. Las noches también tienen su magia. Nosotros buscamos el programa diario para no perdernos ningún espectáculo. Y casi siempre pasa lo mismo: mi hijo más pequeño, después de un día lleno de aventuras y 40 tiradas en el tobogán, se queda dormido en plena función. Una butaca en un teatro oscuro es lo único que necesita para recargar energías. Viajar en crucero con niños no tiene que ser caótico. De hecho, puede ser una de las experiencias más lindas y memorables si te preparas bien. Consejos prácticos para disfrutar en un crucero con niños: 1- Busca cruceros con atracciones infantiles : toboganes, piscinas, parques acuáticos y clubes por edades. De las Líneas de cruceros con las cuales hemos navegado, el MSC ha sido el que más nos gustado. 2- Infórmate sobre el club de niños del barco : muchos ofrecen actividades por grupo de edad, con supervisión profesional. Eso sí, tienen horarios específicos por lo que debes tener claro cuáles son. Nota importante: Después de cierto horario en la noche, te cobraran un cargo extra por horario extendido, te lo cuento para que lo tengas en cuenta. La primera vez que dejé a mis hijos en el club, me sentía un poco nerviosa, pero al recogerlos y ver lo contentos que estaban y el profesionalismo del staff, me quedé mucho más tranquila. 3- Empaca ligero pero estratégico : trajes de baño, bloqueador, gorra, ropa cómoda y una mochila para excursiones. Algunas líneas de crucero tienes temáticas para vestir cada noche, si te gusta participar de ese tipo de actividades, revisa el programa antes de embarcar. 4- Lleva entretenimiento sencillo para el camarote : cuentos, libro de colorear, crayolas, algunos legos. 5- No olvides medicinas básicas : incluyendo para mareos, por si acaso. 6- Planifica momentos de descanso : no intentes hacer todo. Los niños también necesitan pausas. 7- Las vacaciones son para todos : Desde casa, yo le explico a mis hijos que las vacaciones son para todos, por lo tanto, todos tenemos que hacer actividades que nos gustan y compartir los momentos. 8- Revisa el programa diario del barco : elige actividades familiares y espectáculos para cada noche. 9- No dejes los Walkie Tolkies : Nosotros no pagamos los paquetes de internet en el barco por varias razones. Una de esas razones es que es costoso y la otra, si tenemos internet podemos usar los teléfonos y eso sería inconveniente para lograr desconectar de la cotidianidad. En los últimos viajes hemos usado walkie tolkies y tienen un alcance en todo el barco, lo cual nos permite estar comunicados si no andamos todos juntos. Te lo recomiendo 100 %. 10- Cuida la hidratación y el sol : parece obvio, pero en el mar se olvida fácil. 11- Haz muchas fotos : los momentos más simples suelen ser los más memorables. Viajar en crucero con niños no es solo una forma de vacacionar, es una oportunidad para crear recuerdos que durarán toda la vida. Es ver sus caritas emocionadas al despertar en un nuevo destino, compartir risas mientras se tiran una y otra vez por el tobogán, y abrazarlos mientras se duermen en el teatro, agotados pero felices. Puede que no todo sea perfecto —habrá momentos de cansancio o berrinches— pero lo que realmente queda es esa sensación de conexión, de estar juntos, sin prisas y sin pantallas, viviendo el presente. Si tienes la posibilidad de hacerlo, hazlo. Planea, infórmate, pero, sobre todo: disfrútalo. Porque al final, más que un itinerario, estás regalándoles a tus hijos una vivencia inolvidable… contigo. Si aún no formas parte de nuestra comunidad en WhatsApp de “Parents and Leaders” , únete en el siguiente enlace. 🧡 Saludos cordiales Elisa Sainz Triana

En muchos hogares, los días comienzan y terminan con gritos, peleas por las rutinas y rabietas que parecen interminables. Como madres y padres, esto nos agota y nos hace dudar de nuestras capacidades. Pero ¿y si te dijera que hay otra manera? Una forma más suave, pero firme. Más humana, pero también más efectiva. La crianza respetuosa no es permisiva. No se trata de dejar hacer lo que sea. Se trata de liderar con intención, desde la conexión, y de ver al niño como un ser completo, no como alguien que necesita ser "domado". En este blog, exploramos cómo salir del ciclo de gritos y castigos y redirigir nuestro hogar hacia un ambiente más respetuoso, sin perder el liderazgo. 1. Entender la raíz del caos: no es solo desobediencia Las rabietas y los gritos no son solo mal comportamiento. Son expresiones emocionales. Muchas veces, son el resultado de un sistema que solo sabe imponer, no guiar. El primer paso es observar qué hay debajo: cansancio, frustración, necesidad de conexión. 2. Qué es y qué no es la crianza respetuosa Crianza respetuosa no significa permitir todo. Significa poner límites con firmeza, pero sin dañar. Es enseñar a través del ejemplo, no del miedo. Es decir “sí” cuando es posible y “no” cuando es necesario, con empatía, no con castigo. 3. Liderar con intención: la diferencia entre reaccionar y responder En lugar de reaccionar impulsivamente, aprendemos a pausar, respirar y responder desde la conciencia. Eso es intencionalidad. Es preguntarnos: ¿qué quiero enseñarle con esta situación? ¿Qué mensaje quiero que se lleve mi hijo? 4. Reorientar: cómo hacerlo en casa sin perder el control Los tres puntos que te compartí anteriormente son importantes y te ayudaran a poder aplicar un recurso maravilloso que puede romper el ciclo de los gritos. Esa estrategia maravillosa es la reorientación. ¿Qué es la reorientación en la crianza? La reorientación es una estrategia basada en el respeto que ayuda a los padres a guiar el comportamiento de sus hijos sin recurrir a gritos, castigos ni amenazas. En lugar de enfocarse en lo que el niño no debe hacer, la reorientación se enfoca en mostrarle qué sí puede hacer y cómo hacerlo de manera adecuada. Es como tomar su energía mal canalizada y dirigirla hacia una mejor opción. Por ejemplo, si un niño está empujando a otro para llamar su atención, en lugar de regañarlo, la reorientación sería acercarte y decirle con calma: "Veo que quieres jugar con tu amigo. Puedes decirle: ‘¿Jugamos juntos?’ en vez de empujarlo. Yo te ayudo." Otro ejemplo: Imagina que tu hija está pintando con marcadores en la pared. En lugar de gritarle: "¡¿Qué haces?! ¡Te he dicho mil veces que eso no se hace!" puedes aplicar la reorientación de esta forma: 👉🏼 “Veo que tienes muchas ganas de dibujar. Dibujar es algo hermoso, pero las paredes no son para eso. Aquí tienes una hoja grande para que puedas pintar. ¿Te gustaría que la colguemos cuando termines?” Nota importante aquí: Le brindas papel para pintar, pero antes la niña debe limpiar la pintura en la pared, lo cual sería una consecuencia relacionada con el error que cometió. Este tipo de respuesta mantiene la firmeza (no se dibuja en la pared, vamos a limpiarlo juntas) pero también ofrece una alternativa (una hoja) y valida la intención del niño (crear, expresarse). De esa forma, no solo se evita el grito o el castigo, sino que se le enseña una mejor manera de satisfacer su necesidad. Este tipo de intervención no solo corrige el comportamiento, sino que también enseña habilidades sociales, emocionales y de comunicación. Es una forma de criar con intención, con firmeza y amabilidad a la vez, reconociendo que detrás de cada conducta hay una necesidad no expresada. La reorientación es poderosa porque no apaga al niño, sino que lo acompaña a desarrollarse desde un lugar de conexión, seguridad y guía real. Cuando la aplicamos de manera constante, podemos ver cambios significativos en la dinámica familiar. Gritamos menos, conectamos más y educamos con propósito. Los niños criados con respeto aprenden a respetar. No por miedo, sino por convicción. En un ambiente donde se sienten escuchados y seguros, la cooperación surge de forma más natural. Y la crianza, aunque sigue siendo un reto, se vuelve una experiencia mucho más satisfactoria. Reorientar nuestra manera de criar es un acto de valentía. No se trata de hacerlo perfecto, sino de hacerlo más consciente, más humano. El cambio no es inmediato, pero vale la pena. Porque cuando cambiamos la manera de mirar a nuestros hijos, todo comienza a transformarse. Si este enfoque resuena contigo y sientes que necesitas más herramientas para acompañar a tus hijos desde el respeto y el liderazgo, te invito a unirte a nuestra comunidad de Parents and Leaders . Es un espacio seguro donde madres y padres compartimos, aprendemos y crecemos juntos. 🌟 Si aún no formas parte, en el siguiente enlace: https://chat.whatsapp.com/E0N77GtujVs4mbyjPW1HdY Saludos Elisa Sainz Triana Creadora del programa “Parents and Leaders”

Cómo conectar con nuestros hijos… incluso cuando parecen alejarse La adolescencia llega sin manual. Un día nuestros hijos todavía buscan nuestros abrazos y nos cuentan cada detalle de su día… Y al siguiente, se encierran en su cuarto, responden con monosílabos, viven con el celular pegado a la mano y prefieren a sus amigos antes que a nosotros. Y lo entendemos, al menos racionalmente: es parte de la etapa, están buscando su identidad, necesitan independencia. Pero emocionalmente… duele . Porque sentimos que algo se rompe. Porque hay una sensación profunda de desconexión . Y ese es el patrón que más escucho cuando hablo con madres y padres de adolescentes: "Mi hija ya no me cuenta nada." "Mi hijo está siempre enojado conmigo." "Se encierra, no colabora, no me escucha." "Siento que me está alejando..." “Siento que lo estoy perdiendo” Y yo les entiendo. Porque es exactamente eso lo que duele: el sentir que le estás perdiendo, que se está alejando. Pero aquí va una verdad que puede ayudarte a ver con otros ojos: Tu hijo no se está alejando de ti, está tratando de encontrarse a sí mismo. Esto se hace aún más claro cuando entendemos lo que está ocurriendo dentro de ellos. Entre los 14 y los 21 años , entramos en lo que se conoce como el tercer septenio de desarrollo . El adolescente está saliendo de una etapa (el segundo septenio, de los 7 a los 14 años) donde lo emocional y lo social eran protagonistas, y comienza ahora un viaje interior más profundo, más individual. Está naciendo el yo consciente. Y con él, llega la necesidad de autonomía , de cuestionarlo todo, de construir sus propios valores… Y claro, también llegan los enojos, las contradicciones, el encierro, el rechazo a la autoridad y el deseo de marcar distancia. Pero muchas veces, como madres y padres, nos lo tomamos personal . Sentimos que ese silencio, ese mal humor, ese desinterés, es un rechazo hacia nosotros. Y ahí empieza una desconexión que puede ser muy difícil de reparar si no la entendemos a tiempo. No es personal. Es transformación. Y ahí es donde entra tu papel. Ahí es donde tu liderazgo como madre o padre se vuelve más importante que nunca: No es el momento de retirarse. Es el momento de quedarse. Aunque tu hijo no lo diga, te necesita. No para que le des sermones. No para que le controles cada paso. Sino para que seas presencia estable , faro encendido, refugio emocional cuando su mundo interno se sienta demasiado confuso. Y eso solo es posible si antes te conectas contigo. Porque no puedes ofrecer conexión si tú misma estás viviendo en modo supervivencia, si te agobia el cansancio, la culpa, las expectativas no cumplidas. Conectar con nuestros hijos empieza por reconectar con nosotros. Con nuestras emociones, con nuestras heridas, con nuestras propias ganas de hacerlo mejor. Por eso, en mi próxima Masterclass gratuita del sábado 21 , voy a hablar justamente de esto: De cómo pasar del agobio a la conexión real con nuestros hijos. De cómo sostener el vínculo aún cuando ellos nos empujan, nos cierren la puerta de su cuarto. De cómo criar con consciencia y no con control. Te compartiré 5 pasos para vivir la crianza de una manera más consecuente , sin perderte a ti en el proceso. 📍 Para más información, únete a nuestra comunidad de madres y padres en WhatsApp , que es donde se compartirá el enlace. Si sientes que últimamente la distancia ha crecido entre tú y tu hijo, si te preguntas por qué te duele tanto su actitud, si quieres aprender a acompañar esta etapa sin desconectarte de ti ni de él o ella… Esta masterclass es para ti. Nos vemos el sábado. Con amor y conexión, Elisa

“Le repito las cosas cien veces y nada” … Si eres mamá o papá y tienes amigos que también son madres y padres, sabrás que esta queja aparece casi a diario. Sin embargo, cuando el mismo patrón se repite una y otra vez, vale la pena preguntarnos si el problema está solo en la capacidad de atención de la criatura… o en la estrategia que usamos para llegar a ella. Lo que dice la ciencia sobre “no escuchar” Su cerebro aún está en construcción En la primera infancia la corteza prefrontal — motor de la atención y del control de los impulsos — madura de forma gradual. Varios estudios muestran que el desarrollo de las funciones ejecutivas (memoria de trabajo, control inhibitorio, flexibilidad cognitiva) ocurre sobre todo entre los 3 y los 6 años, y que la capacidad de mantener el foco es limitada y frágil. El estilo parental importa (mucho) Una revisión de 19 estudios halló que las órdenes positivas y el elogio (“haz esto”) aumentan significativamente la probabilidad de que el niño coopere, en comparación con reprimendas o amenazas (“deja de…”). Gentileza = cumplimiento comprometido Investigaciones con familias reales muestran que la “guía gentil” —pedir con tono calmado, dar tiempo para responder y acompañar la conducta— se asocia a un tipo de cumplimiento activo y voluntario en los niños. Conexión física y visual Estudios en entornos clínicos y educativos subrayan que colocarse a la altura de los ojos del niño, tocar con suavidad el hombro y usar un lenguaje claro eleva la cooperación porque reduce la carga cognitiva y aumenta la seguridad emocional. Tres razones por las que “no nos oyen” A menudo los niños parecen “no oír” estos son tres motivos principales que interactúan entre sí. Primero, la sobrecarga de estímulos : en entornos llenos de ruido —televisión encendida, juguetes sonando, adultos conversando— su cerebro filtra voces para protegerse del exceso de información; cuando añadimos instrucciones largas o varias órdenes seguidas, simplemente no alcanzan a procesarlas. Segundo, emitimos instrucciones negativas o ambiguas . Frases como “¡No corras!” obligan al niño a traducir lo que no debe hacer en la acción correcta, un doble esfuerzo para una corteza prefrontal aún inmadura; en cambio, pedidos claros y positivos (“Camina despacio”) reducen esa carga cognitiva. Tercero, suele faltar conexión previa : gritamos desde otra habitación o repetimos la indicación sin asegurarnos de tener su atención visual y emocional; sin ese pequeño ritual de contacto —ponernos a su altura, decir su nombre, tocar su hombro— la orden compite con el interés que ya los absorbe. Ajustar estos tres factores transforma la dinámica: menos repeticiones, más cooperación y, sobre todo, una relación más cercana. Estrategias probadas para que escuchen (y aprendan) Conexión antes de corrección Baja a su nivel visual, nombra su emoción (“veo que estás concentrado en tu lego”) y luego da la indicación. Un toque suave o decir su nombre primero incrementa hasta un 30 % la atención inmediata según estudios de interacción padre-hijo. Hazlo positivo, corto y concreto Prefiere “Camina despacio” en lugar de “¡No corras!” . Una sola idea por frase reduce la carga en memoria de trabajo. Dale tiempo de procesamiento Cuenta mentalmente hasta cinco antes de repetir. La latencia natural de respuesta varía con la edad y el temperamento. Usa la regla 1:1 Por cada instrucción, ofrece una afirmación de conexión (sonrisa, contacto visual, reconocimiento). El refuerzo social es un potentísimo modulador de la atención infantil. Modela el arte de escuchar Practica la escucha activa con ellos: repite lo que te dicen, valida, responde. Los niños aprenden más de lo que ven que de lo que se les dice que hagan. Preguntas para llevar a casa ¿Cuántas veces al día doy instrucciones desde otra habitación? ¿Cuántas de mis órdenes comienzan con “no” o “deja”? ¿Me tomo al menos medio minuto para conectar antes de dirigir? Si las respuestas te mueven a hacer cambios, no estás sola. Cambiar nuestra forma de comunicarnos no solo mejora la cooperación; fortalece la relación y le enseña a tu hijo las habilidades que esperas encontrar en él mañana. Conclusión Decir que los niños “no escuchan” es quedarse a mitad de camino. La evidencia muestra que, cuando ajustamos nuestra forma de hablar —clara, positiva, empática—, los niños no solo oyen; escuchan y responden . La pelota, al menos en parte, está en nuestro tejado. ¿Te gustó este tema? Únete a nuestra comunidad Parents and Leaders en WhatsApp para seguir aprendiendo estrategias basadas en ciencia y corazón. Porque criar es liderar, y liderar comienza con cómo nos comunicamos. Un saludo cordial Elisa Sainz Triana

Hay algo que pocas veces se dice en voz alta: muchas mujeres, al convertirse en madres, comienzan a sentirse desconectadas de sí mismas y, sin darse cuenta, también de su pareja. Es como si la maternidad viniera con una amnesia de identidad. Ya no eres tú, ahora eres "la mamá de". Y en ese proceso tan hermoso como desafiante, muchas veces se rompe el equilibrio que sostenía la relación de pareja. No, no es que la maternidad destruya el amor. Pero puede hacerlo si no se está consciente de ciertos cambios inevitables y de algunas verdades que hay que mirar de frente, aunque incomoden. Aquí te comparto cinco de esas verdades que pueden ayudarte a proteger lo que tienen y crecer juntos en esta nueva etapa: 1. Tu pareja no es tu enemigo, es tu aliado Cuando llega la maternidad, muchas veces se activa el “modo supervivencia” y se entra en una dinámica de exigencia, reproches y competencias. Pero hay que recordar que están en el mismo equipo. Si lo ves como un aliado y no como otro niño que atender, pueden sostenerse mutuamente. La conexión no nace del reproche, sino del reconocimiento. 2. Tener hijos cambia la relación, y eso no es malo La relación ya no será como antes, y eso es natural. Pretender que todo siga igual solo genera frustración. La clave está en construir una nueva relación con esta nueva versión de ustedes. La pasión cambia, la dinámica cambia, pero si ambos crecen y se reinventan, el amor también puede madurar. 3. No todo se resuelve con amor, también hace falta comunicación y acuerdos Muchas parejas creen que el amor basta, pero en la crianza hacen falta conversaciones claras, distribución justa de tareas, espacio para cada uno, y decisiones compartidas. Si no se hablan las cosas, se acumula el resentimiento. Comunicar lo que necesitas no es quejarte, es cuidar el vínculo. 4. No puedes dar lo que no tienes Si estás vacía, agotada, resentida o desconectada de ti, es casi imposible mantener una relación viva. Necesitas cuidarte, tener espacio propio y recordar que, además de madre, eres mujer. El bienestar de la pareja comienza con el bienestar individual. No te abandones. 5. La maternidad no tiene por qué eclipsar la relación, a menos que ustedes lo permitan Los hijos necesitan padres que se amen, no que se sacrifiquen hasta el olvido. La relación de pareja es el pilar emocional de la familia. Si se descuida, todo se tambalea. La maternidad no tiene que romper la intimidad, puede ser un motivo más para fortalecerla… si se elige priorizarse como pareja, aunque sea con pequeños momentos. Para terminar... La maternidad no tiene que ser sinónimo de pérdida. Puede ser una etapa de expansión, de descubrimiento, de crecimiento compartido. Pero para eso, hace falta consciencia. Hace falta mirar a tu pareja, no solo como el padre de tus hijos, sino como ese ser humano que eligieron amar. Y hace falta mirarte a ti misma, no solo como madre, sino como la mujer que sigue viva dentro de ti. ¿Qué podrías hacer hoy para reconectar con esa parte de ti? ¿Qué pequeño gesto podrían tener tú y tu pareja para recordarse que siguen siendo un equipo? Me encantaría leerte y saber qué opinas de este tema: ¿Sabías que puedes unirte de forma gratuita a nuestra comunidad en WhatsApp? Aquí te comparto el enlace, vivir esta aventura de la crianza acompañados es mucho mejor: https://chat.whatsapp.com/E0N77GtujVs4mbyjPW1HdY Un fuerte abrazo Elisa Sainz Triana (Creadora del programa Parents and Leaders)

Hace poco escuché a una mamá decir, entre risas: "Mi apellido debería ser Cansada." Todas en la sala nos reímos… pero no era una risa alegre. Era esa risa incómoda que esconde una verdad compartida. Otra mamá, desde el fondo, agregó: "De eso no me hables. Yo tengo un cansancio de mil años. Si veo una cama me le tiro con zapatos y todo." Y sí… todas volvimos a reír. Pero adivina qué: hemos normalizado sentirnos así. Cansadas. Agotadas. Desbordadas. Y la gran pregunta es… ¿por qué? La semana pasada compartí un cuestionario con mi comunidad de Parents and Leaders para identificar los obstáculos que les están impidiendo disfrutar más la crianza de sus hijos. Las opciones para marcar eran las siguientes: Me siento cansada casi todo el tiempo. Pierdo la paciencia con mis hijos todos los días. Me cuesta disfrutar los momentos con ellos sin estar pensando en obligaciones. Grito más de lo que me gustaría. Siento que mis hijos no me escuchan a menos que levante la voz. Me siento culpable casi siempre, haga lo que haga. Me esfuerzo, pero siento que nada cambia. Me desconecto fácilmente o recurro al celular para evadirme. Siento que estoy criando como me criaron a mí, aunque no quiero. Creo que así es la crianza: difícil, agotadora y llena de sacrificios. Las dos opciones con mayor número fueron: “Me cuesta disfrutar los momentos con ellos sin estar pensando en obligaciones” y “Grito más de lo que me gustaría.” Y eso nos revela algo muy profundo: Nos estamos desconectando internamente, por la sobrecarga mental y emocional. Y estamos comunicándonos de forma reactiva, no porque seamos malas madres… sino porque estamos agotadas y no tenemos recursos. Ese cansancio, esa desconexión, se han vuelto tan comunes… que ya nos parecen normales. Pero hoy vengo a decirte: no lo son. No deberían serlo. Ni por ti, ni por tus hijos. Yo también estuve ahí. Sentí tantas veces que la crianza era una carga demasiado pesada. Gritar se convirtió en mi forma habitual de reaccionar, porque hablar con calma parecía inútil. Se me evaporaba la paciencia al primer intento. ¿Te ha pasado? A mí no me gustaba esa versión de mí misma. No quería seguir así. Y un día, algo cambió. ¿Sabes qué fue lo que cambió? Que yo decidí liderar. Comencé a ocuparme de mí, a conectar otra vez con la mujer que era. No fue magia. No fue casualidad. Fue decisión. Fue trabajo interno. Ese trabajo empezó a reflejarse afuera: en mis hijos, en la manera en que me sentía como madre, en mi hogar. Por eso hoy quiero decirte: Gritar se ha vuelto normal. No disfrutar también. Pero... ¿esto es normal… o solo común? A veces lo común se disfraza de normalidad. Pero lo normal no debería doler tanto. Lo normal no debería alejarnos de nuestros hijos ni hacernos sentir culpables por no estar presentes y sin embargo, muchas estamos ahí: creyendo que “así es criar”. No es tu culpa. Pero sí es tu oportunidad. Si estás criando con lo que te dieron, sin apoyo, sin tiempo para ti, con un ideal imposible en la cabeza… no es raro que grites o que no disfrutes. No es un fallo tuyo. Es un sistema que te dejó sola y que no funciona. Pero hay otro camino. Yo ya lo recorrí. Y créeme: es posible. Pero depende de una decisión profunda… dentro de ti. Lo que vamos a hacer juntas Por eso no me voy a quedar con esta información. Vamos a hablar. Vamos a compartir. Vamos a buscar alternativas. Te invito a una conversación honesta y poderosa en la MASTERCLASS GRATUITA del 21 de junio. Te voy a compartir herramientas, reflexiones y el primer paso para que puedas volver a disfrutar tu rol como madre… sin sentirte rota por dentro. Porque el liderazgo en el hogar no empieza cuando todo está bien. Empieza cuando decides que esto —lo que estás viviendo ahora— no será tu única alternativa. ¿Quieres recibir toda la información del evento y formar parte de esta comunidad? Solo únete a nuestro grupo de WhatsApp aquí: https://chat.whatsapp.com/E0N77GtujVs4mbyjPW1HdY Nos vemos dentro. Con cariño y liderazgo que te quiero compartir, Elisa Sainz Triana Creadora de programa “Parents and Leaders”