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Hace unos días yo compartí un video en nuestro grupo de WhatsApp de “Parents and leaders”. En ese video hablaba del agotamiento físico y mental que podemos experimentar mientras ejercemos nuestra labor como padres. ¿Sabes qué ocurrió después? Un desborde de mensajes y todos afirmando lo que yo acababa de mencionar en el video. Esto no era la primera vez que ocurría. Frecuentemente, cuando hablo de un tema de estos que nos tocan las fibras, muchos comentan aportando su granito de arena y exponiéndose vulnerables ante el resto de la comunidad. ¡Comunidad! Espero que cada uno de los miembros de ese grupo de WhatsApp encuentren en ese espacio, en esa comunidad, esa tribu tan necesaria para criar a un hijo. Hay un proverbio africano que dice: “Para criar a un hijo se necesita una tribu”. Hoy más que nunca veo cuánto sentido tiene esa idea. Criar en soledad es una de las cargas más pesadas que llevan muchas madres hoy. Vivimos en un mundo que nos empuja al aislamiento y la maternidad, que siempre fue un acto comunitario, se ha vuelto una tarea privada y silenciosa y sobre todo, dolorosa. Nos falta comunidad. Nos falta la voz de otras mujeres que ya caminaron este camino. Nos falta ese espacio seguro donde una madre pueda preguntar sin miedo. Un espacio donde no se juzgue, donde se trate siempre de comprender y de apoyar al otro. Un espacio se pueda compartir sus dudas, sus culpas, sus cansancios y también donde se pueda escuchar: "Eso también me pasó" "Eso también lo sentí" "No estás sola" Hoy entiendo que criar no debería ser una carga que una madre lleva sola sino un viaje compartido, un viaje de diálogos, de apoyos, de espejos humanos que nos sostienen y nos enseñan. En una ocasión leí una frase de Sócrates, de la cual no recuerdo las palabras exactas, pero decía algo así: “¿Quieres aprender a pensar? Hazlo en comunidad” Pensar no es encerrarse en uno mismo, es conversar, escuchar, contrastar, cuestionar, es dejar que las ideas maduren en el encuentro con otros y criar, criar también debería ser así. Estudiamos solos, nos adentramos en nuestros pensamientos, en soledad, pero si nos diéramos la oportunidad de compartir nuestras ideas, nuestras dudas con otros, sería mucho más poderoso ese proceso de aprendizaje. Con la crianza sucede lo mismo, si contáramos como nos sentimos, si pidiéramos ayuda, si no juzgáramos a esa madre que lo está haciendo diferente a nosotros, nos iría mejor. Sin lugar a duda necesitamos volver a formar tribus, no para criar niños perfectos, sino para criar niños amados y para sentirnos acompañados mientras les ayudamos a crecer. Si estás buscando esa tribu, esa comunidad donde puedas sentirte apoyada, comprendida y acompañada en tu camino de crianza, te invito de todo corazón a unirte a nuestro grupo de WhatsApp “Parents and Leaders.” Puede que allí encuentres justo el abrazo y el apoyo que necesitas para este hermoso viaje de ser madre o padre. Aquí te comparto el enlace. ¡Te esperamos con los brazos abiertos!

¡No estás enojada, estás agotada! Y eso no es lo mismo, ¡no! Una cosa es consecuencia de la otra. El otro día me encontré por las redes sociales con una publicación de una mujer con mirada triste que decía: "No estoy enojada, estoy agotada." Y sentí que esa frase no era solo de ella, ¡no! Tampoco es solo mía. Esa frase es de muchas, es de todas. Ser madre se ha convertido, sin darnos cuenta, en sinónimo de estar al borde del colapso. Esto ocurre no porque queramos, sino porque el sistema, la cultura, las expectativas y nuestras propias creencias y autoexigencias nos han llevado hasta ahí. Nos han hecho creer que ser buena madre es estar disponible todo el tiempo. Que es tener una casa limpia, hijos bien educados, una sonrisa en la cara y cero quejas. Que es organizar la merienda mientras piensas en la cita médica, en el informe del trabajo, en el disfraz del viernes, en la leche que falta, en la culpa que sobra. Y así, llega el momento en que explotas. Gritas. Lloras. Te frustras. Y entonces te llenas de culpa porque “otra vez perdiste la paciencia” “otra vez estas con ese mal humor” Pero, mamá, tú no estás enojada, tú estás agotada . Y el agotamiento no solo cansa el cuerpo, también cansa el alma. Y cuando el alma está cansada, todo duele más, todo pesa más. El problema es que este agotamiento se ha normalizado. Se ha hecho parte del rol de mujer, madre. Se espera de ti que puedas con todo. Y cuando no puedes, te crees que el problema eres tú. Pero déjame decirte algo que quizás necesitas leer hoy: No eres tú. No estás rota. No estás fallando. Estás haciendo demasiado. Estás sosteniendo mucho. Estás intentando ser todo para todos, mientras te olvidas de ti. Y no se trata de que dejes de amar, ni de cuidar, ni de estar presente. Se trata de que te recuerdes en medio de todo eso. De que descanses sin culpa. De que digas “no puedo más” sin miedo. De que entiendas que el enojo muchas veces es solo una señal de que necesitas pausa, espacio, aire, tiempo para ti. No estás enojada. Estás agotada. Y eso no te hace menos madre. Te hace humana. Y como humana, mereces ser acompañada, escuchada, sostenida. Por eso creé Parents and Leaders, una comunidad donde no tienes que fingir que puedes con todo, donde hablamos de lo que duele y de lo que sana, donde recordamos que criar también puede ser un camino de crecimiento personal, y que liderar en casa no es cargar con todo sola, sino aprender a vivir con más conciencia, equilibrio y amor. Si hoy sentiste que este mensaje era para ti, te invito a ser parte. No estás sola. Estamos muchas, buscando lo mismo: disfrutar más del viaje de ser mamá sin perderte en el intento. Usa el siguiente enlace para unirte a la comunidad de WhatsApp y allí te compartiré algunas estrategias que te ayudaran a no sentirte siempre tan agotada.

En ocasiones nos cuesta encontrar la fuerza para dar ese paso que queremos dar. En ocasiones nos olvidamos de que esa fuerza está en nosotros y que forma parte de nuestra esencia, forma parte de lo que somos. En ocasiones nos acordamos de la dichosa fortaleza cuando algo o alguien externo a nosotros nos hace entender que siempre ha estado ahí. Hace unos días estuve en una conferencia de Mario Alonso Puig. ¿Le conoces? Una frase de él me dejó pensando mucho: “ No pierdas tu norte. ” Y yo… me di cuenta de que llevaba meses perdiendo el mío. Te cuento… Hace tiempo que vengo preparando un proyecto que me apasiona profundamente: “ Parents and Leaders ”, (Padres y Lideres). Este proyecto que nació de todo lo que he aprendido a lo largo de estos años, todas las horas de estudio, de las certificaciones, de mi experiencia como madre, como directora de un centro infantil, como estudiante de psicología, como mujer. De ese proyecto surgió el curso: “ Soy líder en mi hogar ”. Lo preparé con amor, con entrega, con intención. Estudié. Resumí. Escribí un manual de más de 30 páginas lleno de ejercicios, de ideas, de recursos valiosos para madres y padres que, como yo, a veces se sienten perdidos en la crianza. Lo monté en la plataforma. Preparé todo. Estaba lista. Solo faltaba algo muy simple: apretar el botón de Publicar . Y no lo hice. ¿Por qué? Porque le di poder a esa vocecita interna que todos tenemos. Esa que te dice: "No es suficiente." "No es tan bueno." "A nadie le va a servir." "¿Quién eres tú para enseñar esto?" Esa voz me paralizó, perdí las fuerzas, las ganas de hacer y me invadió la duda. Y pasaron los días… los meses… Y con cada día que pasaba… sentía más tristeza y frustración conmigo misma. Me sentía así porque de allá afuera, seguían llegando a mi centro de cuidado infantil padres y madres con las mismas dudas, los mismos miedos, las mismas luchas de siempre. Y yo sabía que tenía algo que podía ayudarlos. Yo sabía que los recursos aprendidos, los libros leídos, el conocimiento acumulado que me había ayudado tanto a mi como madre y maestra, podía ser útil para otros, pero no lo estaba compartiendo. Hasta que entendí algo importante: No era el curso lo que necesitaba más trabajo. Era yo quien necesitaba creer en mi propio trabajo. Acepté que no tiene que ser perfecto. Acepté que siempre habrá cosas por mejorar. Pero también acepté que lo que hice, tiene valor. Y que la única diferencia entre ser útil o no… era darle al botón. Hoy te escribo este blog con una mezcla de emoción y alivio. Porque hoy… finalmente… le di a Publicar . Hoy “ Soy Líder en mi Hogar ” está disponible. Y está disponible no porque sea perfecto… sino porque es real, es práctico y está hecho con el corazón para todas esas madres y padres que desean conectar más con sus hijos, que desean guiar con liderazgo y amor. Porque la crianza implica liderazgo. Porque ser madre o padre es un rol que merece preparación y consciencia. Y porque nada va a cambiar… hasta que tú cambies. Pero sobre todo, nada va a cambiar… hasta que tú creas que es posible que todo cambie y reconozcas la fuerza poderosa que habita dentro de ti. Una fuerza que puede ser energía transformadora. Aquí te dejo el enlace directo para que puedas acceder a mi curso: Y si hoy estás leyendo esto, solo quiero decirte algo: Tu voz interna puede ser muy fuerte… Pero tu propósito… puede serlo mucho más. No le des tanto poder al miedo. Dale poder a lo que has construido. Dale poder a lo que eres capaz de dar. Dale poder a tu transformación. Porque el botón más difícil de apretar… siempre está dentro de ti. Un fuerte abrazo Elisa Sainz-Triana

Soy de las personas que aman aprender. Cada día descubro algo nuevo, y cuando eso pasa, lo primero que pienso es: “¡Esto lo tengo que compartir!” Soy de las personas curiosas, que hacen preguntas, que buscan respuestas, que abren libros y también conversaciones. Soy de las que se emocionan cuando algo les hace clic en la mente y no se quedan con eso guardado. Sí… soy eso, o al menos, eso es lo que digo que soy. Eso es lo que he aprendido a contar sobre mí. Eso es lo que muestro, mi forma de presentarme, mi cajita. Y justo ahí fue donde me di cuenta de algo: ¿Cuántas veces nos definimos de una sola forma? ¿Cuántas veces encerramos nuestra identidad en frases como “yo soy así” o “yo no soy de esas personas”? ¿Cuántas veces hemos hecho lo mismo con nuestros hijos? "Mi hijo es tímido" "Mi hija es muy mandona" "Él no sabe esperar" "Es que ella es insegura" Y aunque parecen simples descripciones, en realidad son etiquetas, etiquetas que limitan que fijan, que repiten la historia una y otra vez hasta que el niño —o el adulto— termina creyéndosela. Y entonces, cuando descubrí lo que realmente significa la palabra “personalidad” , todo empezó a cobrar sentido… Hace un tiempo aprendí algo que me dejó tan sorprendida como pensativa. Un dato curioso que se volvió revelador y quiero compartirlo contigo porque, si estás criando a un hijo, a dos o tres, este descubrimiento no solo es interesante… es necesario. Descubrí que la palabra “personalidad” proviene del término persona, una palabra que, en el latín clásico, se usaba para nombrar las máscaras que llevaban los actores en el teatro. Sí, máscaras. No lo que había detrás. No la verdad del personaje, sino lo que se mostraba afuera. Eso ya me pareció impactante ¿Y si lo que llamamos “personalidad” no es más que una máscara? ¿Una construcción para adaptarnos al escenario de la vida? Busqué más… y me encontré con dos definiciones que me hicieron profundizar en el tema. Sigmund Freud dijo que la personalidad es en gran parte inconsciente, oculta y desconocida. Es decir, muchas de las cosas que creemos que somos no las elegimos realmente, son resultado de experiencias tempranas, de heridas, temores y defensas. Luego encontré lo que dijo B. F. Skinner : Que la personalidad es una construcción innecesaria. Fuerte, ¿no? Ambos, desde lugares distintos, nos están diciendo que lo que llamamos personalidad no es algo tan fijo. Que no es una caja donde vivimos toda la vida, sino más bien una forma, una máscara, una respuesta que aprendimos a mostrar frente al mundo Y aquí viene lo más importante… ¿Qué tiene que ver esto con la crianza? Muchísimo Porque como madres y padres a veces nos empeñamos en definir la personalidad de nuestros hijos : “Él es tímido” “Ella es fuerte” “Mi hijo es testarudo” “Mi hija es muy insegura” Y muchas veces, sin querer, empezamos a construirles la máscara y cada día en nuestro empeño de corregirles sus defectos y realzarles sus virtudes, pues reafirmamos una y otra vez ese personaje y ellos… comienzan a creérselo de verdad. Pero si entendemos que la personalidad no es algo inamovible. Si aceptamos que lo que se ve puede ser una defensa, una adaptación, un reflejo de lo vivido, entonces podemos mirar más profundo con más compasión y sobre todo, con más posibilidades de transformación. Y también, nos permite mirar hacia adentro y preguntarnos: ¿Qué parte de mi personalidad es en realidad una máscara que me puse hace años para sobrevivir? Criar desde ese nivel de conciencia es un acto poderoso. Es dejar de encajar a nuestros hijos en etiquetas y empezar a acompañarlos a descubrirse sin máscaras. Es permitirnos, como adultos, también transformarnos, también cuestionarnos y también elegir nuevas formas de ser. Porque no hay una personalidad fija sólo hay caminos que nos han traído hasta aquí. Pero también hay nuevas rutas que podemos comenzar a andar si nos quitamos, aunque sea por un momento, la máscara.

La respuesta es sí. En ese universo digital tú puedes ser lo que tú quieras. Puedes hacerle creer a los demás que eso que muestras eres tú. Y muy fácilmente puedes engañar a todos… incluso puedes engañarte a ti misma, mostrándote diferente a la persona que realmente eres. Pero como dijo Friedrich Nietzsche: "La mentira más común es aquella con la que un hombre se engaña a sí mismo." Donna Cooner, con su novela Fake, nos brinda un panorama realista de lo dañino que puede llegar a ser el tema de las mentiras en las redes sociales. Lo hace a través de una historia que, aunque se desarrolla en una escuela secundaria, no tiene edad ni fecha de vencimiento. En el capítulo uno, la protagonista se presenta, aparentemente de una forma honesta: “No soy delgada. Ni cerca. No peso unas pocas libras más que cada chica en este salón. Peso cincuenta o más libras más que cada chica en este salón. No es fácil tener dieciséis años y ser gorda. Incluso con toda mi ropa negra monocromática y mi maquillaje minimalista, no es como si pudiera esconder mi tamaño. Solo pasa un día caminando conmigo por los pasillos de mi escuela y escucha los mugidos y gruñidos a mis espaldas. Tal vez yo no pienso que sea fea, pero los demás sí.” Ella dice que tal vez no se siente fea, pero los demás sí la ven así. La realidad es otra: todo lo que esa chica hace, lo hace porque no se siente linda. No siente que encaja en ese mundo donde al parecer las chicas lindas son delgadas, altas y populares. Maisie, así se llama la protagonista, es una joven talentosa e inteligente, víctima de bullying por su talla y víctima del rechazo hacia ella misma, lo cual es lo peor. Un día, cansada del dolor, decide vengarse. Crea un perfil falso. Pero lo que no predijo es que esa mentira la llevaría a decir muchas mentiras más, para poder sostener la primera. Y todo ese tejido de falsedades la empuja hasta el borde del precipicio. Acabo de terminar de leer Fake y no solo la disfruté: me removió. Me sacudió por dentro. Me hizo mirar con más empatía a las personas de talla grande. Me hizo abrazarme más fuerte a mí misma. Me recordó que no todo es lo que parece en las redes. Y que muchas veces, detrás de una sonrisa perfecta, hay un corazón roto. Esta novela no es solo para adolescentes. Es para cualquiera que alguna vez haya sentido que no encaja. Para quien haya pensado que necesita cambiar para ser amado. Para quien haya mentido para ser aceptado. Y hoy, desde este pedacito de internet, quiero invitar especialmente a los padres y madres de adolescentes a leerla. Porque Fake puede ayudarnos a entender mejor el mundo interno de nuestros hijos. Ese mundo que a veces está silenciado por filtros, likes y silencios. Este libro no trae respuestas mágicas, pero sí ofrece una puerta para mirar con más compasión y curiosidad. Si tienes un hijo o hija joven, o si tú misma estás intentando reconciliarte con quién eres, dale una oportunidad a esta historia. Puede que, al igual que a mí, te deje pensando por días… y amando un poco más.

El desarrollo humano es un viaje de transformación constante, marcado por cambios físicos, cognitivos, emocionales y sociales. Desde el nacimiento hasta la vejez, atravesamos diferentes etapas que moldean nuestra identidad, nuestras relaciones y nuestra forma de entender el mundo. Pero ¿cómo podemos comprender mejor estos cambios? A lo largo de la historia, varios psicólogos han intentado responder esta pregunta a través de teorías del desarrollo, explicando cómo evolucionamos en distintos aspectos de la vida. Jean Piaget estudió el desarrollo cognitivo, analizando cómo cambia nuestra forma de pensar desde la infancia hasta la adultez. Erik Erikson, por ejemplo, propuso una teoría del desarrollo psicosocial, describiendo los desafíos emocionales y sociales que enfrentamos en cada etapa de la vida. Sigmund Freud exploró el desarrollo psicosexual, argumentando que nuestras experiencias tempranas influyen en nuestra personalidad. Lawrence Kohlberg profundizó en el desarrollo moral, mostrando cómo cambia nuestra capacidad de juzgar lo que es correcto o incorrecto, así muchos otros a lo largo de la historia a planteado sus teorías las cuales ofrecen una pieza del rompecabezas del desarrollo humano, ayudándonos a entendernos mejor a nosotros mismos y a los demás. En este artículo, exploraremos estas perspectivas aplicadas a las diferentes edades de la vida, desde el nacimiento hasta la vejez, para descubrir cómo crecemos, aprendemos y nos transformamos a lo largo del tiempo. Sigmund Freud Sigmund Freud fue uno de los primeros en proponer una teoría que explicara cómo nuestra personalidad se forma desde la infancia. Su enfoque, conocido como la teoría del desarrollo psicosexual , sugiere que el comportamiento humano está impulsado por la energía libidinal, la cual se desplaza a diferentes zonas del cuerpo en cada etapa de la vida. Según Freud, cómo resolvemos los conflictos en estas etapas define aspectos clave de nuestra personalidad en la adultez. Freud estableció cinco etapas del desarrollo: la oral , donde el placer se encuentra en la boca y el acto de succión; la anal , donde el control de esfínteres introduce la noción de orden y disciplina; la fálica , donde surgen la identidad de género y el complejo de Edipo; la latencia , una fase de calma en la que la energía se enfoca en el aprendizaje y la socialización; y finalmente, la genital , en la que se establece la madurez emocional y las relaciones adultas. Para Freud, cualquier fijación o conflicto no resuelto en estas etapas puede manifestarse en la personalidad adulta. Por ejemplo, una persona con una fijación en la etapa oral podría desarrollar comportamientos como la dependencia excesiva o el hábito de fumar, mientras que una fijación en la etapa anal podría reflejarse en una personalidad extremadamente controladora o, por el contrario, en una actitud descuidada. Aunque hoy en día la teoría de Freud ha sido objeto de debate y reinterpretaciones, su influencia sigue vigente en la comprensión de cómo las experiencias tempranas moldean nuestro comportamiento. Su visión del desarrollo psicosexual no solo sentó las bases del psicoanálisis, sino que también abrió la puerta a nuevas investigaciones sobre la importancia de la infancia en la formación de la identidad. Erik Erikson Erik Erikson expandió las ideas de Freud y propuso una visión más amplia del desarrollo humano, enfocándose en el impacto de las relaciones y la sociedad en la formación de la identidad. Su teoría del desarrollo psicosocial plantea que atravesamos ocho etapas , cada una marcada por un conflicto central que, dependiendo de cómo se resuelva, influye en nuestra personalidad y bienestar emocional. Desde la confianza vs. desconfianza en la infancia, donde el vínculo con los cuidadores define nuestra seguridad en el mundo, hasta la integridad vs. desesperación en la vejez, donde reflexionamos sobre el sentido de nuestra vida, Erikson describe un proceso de crecimiento continuo. En la adolescencia, por ejemplo, enfrentamos el desafío de la identidad vs. confusión de roles , un periodo crucial en la construcción de nuestra autodefinición. En la adultez, el dilema entre la intimidad vs. aislamiento nos impulsa a formar relaciones significativas. A diferencia de Freud, Erikson no se centra únicamente en la infancia, sino que extiende el desarrollo hasta la vejez, destacando que el crecimiento personal y la búsqueda de propósito no tienen una edad límite. Su teoría es una de las más influyentes en la psicología del desarrollo y sigue siendo clave para entender cómo evolucionamos a lo largo de la vida. Jean Piaget Jean Piaget revolucionó la psicología con su teoría del desarrollo cognitivo , en la que describió cómo los niños construyen su comprensión del mundo a medida que crecen. A diferencia de Freud y Erikson, que se enfocaron en la personalidad y las emociones, Piaget centró su estudio en la forma en que la mente humana evoluciona a través del aprendizaje y la experiencia. Según Piaget, el desarrollo del pensamiento ocurre en cuatro etapas : Sensoriomotora (0-2 años): Los bebés exploran el mundo a través de los sentidos y el movimiento. En esta fase, desarrollan la permanencia del objeto , comprendiendo que algo sigue existiendo aunque no lo vean. Preoperacional (2-7 años): Aparece el lenguaje y el pensamiento simbólico, pero los niños todavía son egocéntricos y tienen dificultades para ver las cosas desde la perspectiva de otros. Operaciones concretas (7-12 años): Desarrollan el pensamiento lógico, pueden clasificar objetos y entender conceptos como la conservación (saber que una cantidad sigue siendo la misma aunque su forma cambie). Operaciones formales (12 años en adelante): Surge la capacidad de pensar en términos abstractos, hacer hipótesis y razonar sobre conceptos complejos. Piaget creía que el aprendizaje no ocurre simplemente por acumulación de conocimientos, sino a través de la asimilación (incorporar nueva información en estructuras previas) y la acomodación (ajustar nuestras ideas cuando encontramos información que no encaja en lo que ya sabemos). Su teoría sigue siendo fundamental en la educación y la psicología del desarrollo, ya que ayuda a entender cómo los niños y adolescentes procesan la información y construyen su conocimiento del mundo. Lev Vygotsky Lev Vygotsky propuso una visión del desarrollo humano que destaca el papel fundamental de la cultura y la interacción social en la construcción del conocimiento. A diferencia de Jean Piaget, quien veía el aprendizaje como un proceso individual, Vygotsky argumentó que el desarrollo cognitivo ocurre dentro de un contexto social , donde los niños aprenden a través de la comunicación y la guía de otros. Uno de sus conceptos más influyentes es la Zona de Desarrollo Próximo (ZDP) , que representa la distancia entre lo que un niño puede hacer por sí solo y lo que puede lograr con la ayuda de un adulto o un compañero más experimentado. Esta idea resalta la importancia del andamiaje , donde los maestros, padres o compañeros guían al niño en la resolución de problemas hasta que pueda hacerlo de manera independiente. Otro aspecto clave de su teoría es el papel del lenguaje en el desarrollo del pensamiento. Vygotsky sostenía que el lenguaje no solo es una herramienta de comunicación, sino también un medio para organizar el pensamiento y la resolución de problemas. A medida que los niños crecen, el lenguaje externo se internaliza y se convierte en pensamiento interno , permitiéndoles regular su conducta y reflexionar sobre sus acciones. La teoría sociocultural de Vygotsky ha influido enormemente en la educación moderna, promoviendo enfoques como el aprendizaje colaborativo, la enseñanza guiada y el uso del diálogo como una herramienta clave para el desarrollo cognitivo. Su legado sigue vigente, demostrando que el aprendizaje es, ante todo, una experiencia compartida. Lawrence Kohlberg Lawrence Kohlberg profundizó en el estudio del desarrollo moral, explorando cómo las personas toman decisiones sobre lo que es correcto e incorrecto a lo largo de la vida. Su teoría del desarrollo moral amplía las ideas de Jean Piaget y propone que la moralidad no es estática, sino que se desarrolla en seis etapas , organizadas en tres niveles principales. 1. Nivel Preconvencional (Infancia y Niñez Temprana) En esta etapa, la moralidad está basada en las consecuencias inmediatas de las acciones: Etapa 1: Orientación hacia el castigo y la obediencia – Se considera bueno lo que evita el castigo. Etapa 2: Relativismo instrumental – Las acciones son buenas si traen una recompensa personal. 2. Nivel Convencional (Niñez Media y Adolescencia) Aquí, la moralidad se rige por la aceptación de normas sociales y la necesidad de mantener el orden: Etapa 3: Moralidad de la concordancia interpersonal – Se busca la aprobación de los demás, valorando la lealtad y las buenas relaciones. Etapa 4: Moralidad del orden social – Se respetan las leyes y las reglas establecidas como esenciales para el funcionamiento de la sociedad. 3. Nivel Postconvencional (Adultez Temprana en Adelante, No Todos lo Alcanzan) En esta fase, la moralidad se basa en principios universales más allá de las normas sociales: Etapa 5: Contrato social y derechos individuales – Se reconoce que las leyes pueden ser imperfectas y deben promover el bien común. Etapa 6: Principios éticos universales – Se actúa según principios morales internos, como la justicia y la igualdad, incluso si entran en conflicto con las normas establecidas. Kohlberg sugirió que no todas las personas llegan al nivel postconvencional, ya que requiere un desarrollo profundo del pensamiento crítico y la autonomía moral. Su teoría ha sido clave en la educación y la psicología, ayudando a entender cómo evolucionan nuestras decisiones éticas y cómo se pueden fomentar valores sólidos desde la infancia. John Bowlby John Bowlby, psicólogo y psiquiatra británico, revolucionó la comprensión del desarrollo infantil con su teoría del apego , la cual sostiene que los lazos emocionales formados en la primera infancia tienen un impacto duradero en nuestra vida. Según Bowlby, los bebés nacen con una necesidad innata de establecer vínculos con sus cuidadores, ya que la supervivencia y el bienestar emocional dependen de la proximidad y la seguridad que estos proporcionan. El apego no es solo una cuestión afectiva, sino un sistema biológico y conductual diseñado para garantizar la protección del niño. A través de la interacción con sus cuidadores, el niño desarrolla un modelo interno de apego , una especie de "mapa" que influirá en sus relaciones futuras, determinando si se siente seguro o ansioso en sus vínculos emocionales. Bowlby identificó cuatro fases del apego : Pre-apego (0-6 semanas): El bebé busca proximidad y responde a cualquier cuidador sin una preferencia clara. Apego en formación (6 semanas - 6 meses): Comienza a reconocer y responder de manera especial a figuras de apego, aunque aún acepta a otros cuidadores. Apego claro (6 meses - 2 años): Se desarrolla una fuerte conexión con los cuidadores principales; el niño muestra angustia ante la separación. Formación de relaciones recíprocas (2 años en adelante): El niño comienza a entender que la separación es temporal y desarrolla confianza en la disponibilidad del cuidador. A partir de los estudios de Bowlby, su colaboradora Mary Ainsworth identificó diferentes tipos de apego a través de la Situación Extraña , un experimento que observaba cómo los niños reaccionaban ante la separación y el reencuentro con sus cuidadores. Se establecieron tres estilos principales: Apego seguro: El niño confía en que su cuidador estará disponible cuando lo necesite. Apego ansioso-ambivalente: El niño se muestra inseguro y ansioso, temiendo el abandono. Apego evitativo: El niño minimiza la importancia del apego y evita la cercanía emocional. Más adelante, se identificó un cuarto estilo, el apego desorganizado , donde el niño muestra respuestas contradictorias, reflejando un entorno de cuidado inconsistente o traumático. La teoría del apego sigue siendo una de las más influyentes en la psicología del desarrollo, ya que explica cómo los primeros vínculos moldean nuestra forma de relacionarnos en la vida adulta. Estudios posteriores han demostrado que el apego influye en la autoestima, la regulación emocional y la capacidad de establecer relaciones saludables, reafirmando la importancia de un vínculo seguro y estable en la infancia. B.F. Skinner Burrhus Frederic Skinner, uno de los psicólogos más influyentes del siglo XX, desarrolló la teoría conductual del condicionamiento operante, la cual sostiene que el comportamiento humano es moldeado por las consecuencias que lo siguen. A diferencia de Freud, Erikson o Piaget, que centraron sus estudios en procesos internos, Skinner creía que el aprendizaje se basa en la relación entre estímulo y respuesta, sin necesidad de procesos cognitivos o emocionales complejos. Su teoría se basa en el concepto de refuerzo, que puede ser positivo o negativo: Refuerzo positivo: Se añade un estímulo agradable después de una conducta, aumentando la probabilidad de que vuelva a ocurrir. Ejemplo: Un niño recibe una estrella dorada por completar su tarea. Refuerzo negativo: Se elimina un estímulo desagradable para reforzar una conducta. Ejemplo: Un estudiante no tiene que hacer tarea extra si participa activamente en clase. Además del refuerzo, Skinner identificó el castigo como una herramienta para reducir conductas: Castigo positivo: Se introduce un estímulo negativo para desalentar un comportamiento. Ejemplo: Recibir una multa por exceso de velocidad. Castigo negativo: Se elimina un estímulo positivo. Ejemplo: Quitarle el celular a un adolescente por llegar tarde a casa. Skinner también introdujo el concepto de programas de refuerzo, donde la frecuencia y la forma en que se administra el refuerzo afectan la rapidez con la que se aprende o se mantiene una conducta. Sus estudios con animales en la famosa caja de Skinner demostraron cómo los organismos aprenden patrones de comportamiento basados en el refuerzo y el castigo. Esta teoría ha tenido un impacto profundo en la educación y la psicología, influyendo en técnicas de enseñanza, modificación de conducta y terapia conductual. Aunque ha sido criticada por no considerar los procesos internos como emociones y pensamientos, sigue siendo una base clave para comprender cómo los estímulos del entorno influyen en el comportamiento humano. Referencias Ellis, J. (2005). Aprendizaje humano (4th ed.). Pearson HispanoAmerica Contenido. García-Allen, J. (2016). Psicología del desarrollo: principales teorías y autores

El desarrollo personal y social es un proceso continuo y esencial para el bienestar emocional y psicológico de cada individuo. Desde el momento en que comenzamos a existir, nuestras experiencias, relaciones y el entorno que nos rodea moldean nuestra identidad, nuestra forma de relacionarnos con los demás y nuestra manera de enfrentar los desafíos de la vida. Este desarrollo no ocurre de la misma manera para todos, pero sigue patrones que reflejan nuestra evolución a lo largo del tiempo. Desde los primeros vínculos de apego en la infancia hasta la búsqueda de autonomía en la adolescencia, desde la consolidación de relaciones y carreras en la adultez hasta la reflexión y el legado en la vejez, cada etapa trae consigo oportunidades de crecimiento, autoconocimiento y transformación. Comprender cómo se desarrolla nuestra identidad, nuestras relaciones y nuestras emociones a lo largo de la vida nos permite vivir de manera más consciente, afrontar mejor los cambios y construir conexiones más profundas con quienes nos rodean. En este recorrido exploraremos cómo evoluciona el desarrollo social y personal en cada fase de la vida, desde la etapa prenatal hasta la adultez tardía, descubriendo la importancia de cada transición y los aprendizajes que trae consigo. I. Etapa Prenatal Algunas características personales como el neuroticismo y la extroversión tienen una base genética. El consumo de drogas y alcohol por parte de la madre puede afectar el desarrollo neurológico del bebé. Puede generar dificultades en la regulación emocional, sensibilidad a estímulos y problemas de adaptación. II. Primera Infancia (Nacimiento - 3 Años) Temperamento y emociones: Los niños muestran diferencias en su temperamento y nivel de actividad desde el nacimiento. La expresión facial refleja emociones y comienzan a reconocer las expresiones emocionales de otros. Aparece la empatía a los 3 años : Quiero hacer énfasis en este punto porque lo considero muy importante. La empatía es una habilidad que se desarrolla de manera progresiva a lo largo de la vida. Entre los tres y los cuatro años, los niños comienzan a reconocer y responder a los sentimientos de los demás, mostrando las primeras señales de empatía emocional. Sin embargo, esta capacidad inicialmente se limita a la expresión inmediata de las emociones que observan en quienes los rodean. A medida que crecen, especialmente en la última etapa de la niñez y durante la adolescencia, su comprensión de la empatía se profundiza, permitiéndoles no solo identificar los sentimientos ajenos, sino también comprender las circunstancias que los generan. Esta evolución continúa en la adultez, cuando la empatía puede alcanzar su forma más madura, permitiendo a las personas conectar con realidades distintas a las propias, mostrando compasión y actuando en consecuencia para brindar apoyo y comprensión a los demás. Apego y socialización: Se forma el vínculo con los cuidadores principales. La calidad de este apego influirá en su capacidad futura para relacionarse. El vínculo de apego que un niño desarrolla en sus primeros años de vida con sus cuidadores principales es un factor determinante en su capacidad para establecer relaciones saludables en el futuro. Un apego seguro fomenta la confianza, la autoestima y la habilidad para conectar emocionalmente con los demás, facilitando relaciones afectivas estables y satisfactorias en la adultez. Por el contrario, un apego inseguro o inconsistente puede generar dificultades en la gestión emocional, el miedo al abandono o la evitación de la intimidad, afectando la manera en que la persona se relaciona con su entorno. Así, la calidad del apego en la infancia se convierte en la base sobre la que se construyen los patrones de interacción social y afectiva a lo largo de la vida. III. Niñez (6 a 12 años) Autoconcepto y autoestima: Los niños comienzan a definir su identidad en términos de características psicológicas y no solo físicas. Se comparan con otros para entender su posición en el grupo y su identidad. Su autoestima se vuelve más diferenciada, aprendiendo lo que pueden y no pueden hacer. Desarrollo moral y social: Enfrentan dilemas morales con la intención de mantener el respeto social y seguir las normas establecidas. Comienzan a comprender que la moralidad no es solo cuestión de recompensas y castigos. Diferencias en las relaciones de amistad: Los niños tienden a agruparse con otros niños y a formar grupos de pares más grandes. Las niñas suelen interactuar en parejas o en grupos pequeños, estableciendo lazos más íntimos. IV. Adolescencia (12 a 20 años) Autoconcepto y autoestima: La identidad se vuelve más organizada y refleja tanto la autopercepción como la percepción de los demás. La autoestima se sigue diferenciando y la búsqueda de identidad se convierte en una tarea clave. Influencia de los pares y la familia: Las amistades juegan un papel crucial en la comparación social y en la definición de roles aceptables. La popularidad y la presión de grupo pueden generar conflictos internos y presión para conformarse con normas sociales. La búsqueda de autonomía puede causar conflictos con los padres mientras se renegocian los roles familiares. Desarrollo de la identidad y la sexualidad: La identidad de género y la sexualidad toman relevancia. Se exploran relaciones románticas y comienza el interés en las citas. V. Adultez (20 a 40 años) Relaciones e intimidad: Formar relaciones íntimas y comprometidas se vuelve una prioridad. Los estilos de apego desarrollados en la infancia pueden influir en la capacidad de establecer vínculos emocionales saludables. Matrimonio y crianza de hijos traen cambios significativos y pueden generar estrés. El divorcio puede ser una fuente de nuevos desafíos emocionales y sociales. Identidad y trabajo: La identidad se define en gran medida a través de la carrera y el desarrollo profesional. La consolidación de la vida laboral impacta en el sentido de logro y estabilidad. VI. Edad Adulta Media (40 a 65 años) Evaluación personal y la ‘crisis de la mediana edad’: Las personas evalúan sus logros en relación con el "reloj social", es decir, las expectativas sociales sobre el éxito en la vida. Se desarrolla una mayor conciencia de la mortalidad y el paso del tiempo. unque la crisis de la mediana edad es un concepto popular, muchas personas experimentan esta etapa con tranquilidad y satisfacción. Estabilidad y cambios en la personalidad: La personalidad tiende a ser estable, pero aún pueden producirse cambios significativos. La satisfacción con la vida conyugal suele ser alta, aunque las relaciones familiares pueden presentar nuevos desafíos. Trabajo y satisfacción personal: La percepción sobre el trabajo cambia: la ambición externa da paso a una búsqueda de satisfacción interna. Es común que las personas reconsideren su carrera y realicen cambios laborales. VII. Vejez (65 años en adelante) Reflexión sobre la vida y satisfacción personal: La personalidad suele mantenerse estable, pero algunas personas realizan una revisión de su vida. Dependiendo de la interpretación de su trayectoria, pueden experimentar satisfacción o insatisfacción. Retiro y adaptación: La jubilación es un evento significativo que puede afectar la autoestima y el autoconcepto. Mantenerse activo y llevar un estilo de vida saludable puede traer satisfacción en esta etapa. Desafíos emocionales y sociales: La disminución de ingresos y la pérdida de un cónyuge o amigos pueden generar estrés. Los cambios en el estilo de vida y el entorno pueden afectar la estabilidad emocional. Como conclusión, el desarrollo personal y social es un pilar fundamental en la vida de cada individuo, ya que influye en la manera en que nos percibimos a nosotros mismos y en cómo nos relacionamos con los demás. A lo largo de las diferentes etapas de la vida, este proceso nos permite identificar y gestionar nuestras emociones, fortalecer nuestra autoestima y construir conexiones profundas y auténticas con quienes nos rodean. Además, nos ayuda a desarrollar habilidades de resiliencia y adaptación, facilitando una respuesta más efectiva ante los retos y cambios inevitables que la vida nos presenta. Un desarrollo personal y social saludable no solo contribuye al bienestar emocional y psicológico, sino que también nos permite crecer como individuos, alcanzar nuestro potencial y vivir de manera más plena y significativa. Como adultos, tenemos un papel esencial en la formación de esta área tan importante en la vida de los niños. Brindarles un entorno seguro, lleno de amor y aceptación, les permite desarrollar confianza en sí mismos y en los demás. Fomentar la expresión de emociones, enseñarles a reconocer y comprender los sentimientos propios y ajenos, y guiarlos en la resolución de conflictos de manera respetuosa son herramientas clave para su desarrollo social. Además, el ejemplo que damos en nuestras propias relaciones y la manera en que gestionamos nuestras emociones sirven como modelo para ellos. Al proporcionarles apoyo, orientación y oportunidades para interactuar con otros de forma saludable, estamos sentando las bases para que crezcan como individuos empáticos, seguros y capaces de construir relaciones significativas a lo largo de su vida.

En esta entrega de nuestra serie sobre el desarrollo humano, exploraremos el desarrollo cognitivo desde la etapa prenatal hasta la vejez. El desarrollo cognitivo es la capacidad humana de pensar, razonar y procesar información, lo que abarca una gama inmensa de habilidades fundamentales para nuestra adaptación y funcionamiento en el mundo. Desde las primeras conexiones neuronales hasta el razonamiento abstracto en la adultez, este proceso incluye la capacidad de ordenar, clasificar, analizar, comparar, inferir, sustraer y dividir, entre muchas otras operaciones mentales esenciales. A lo largo de la vida, nuestras habilidades cognitivas evolucionan en respuesta a factores biológicos, experiencias de aprendizaje y estímulos del entorno. Comprender este recorrido nos permitirá reconocer las transformaciones que experimenta nuestra mente en cada etapa y descubrir estrategias para potenciar su desarrollo, optimizando nuestra capacidad de aprendizaje, toma de decisiones y resolución de problemas en todas las fases de la vida. I. Etapa Prenatal Desde el inicio de la gestación, el desarrollo cognitivo comienza a moldearse. Factores genéticos determinan en gran medida la inteligencia y pueden predisponer a ciertos trastornos psicológicos. Además, el consumo de sustancias como tabaco, alcohol o drogas por parte de la madre puede afectar negativamente las funciones cognitivas del feto, subrayando la importancia de un entorno prenatal saludable. II. Infancia y Niñez Temprana (0 a 6 años) Durante los primeros años de vida, los niños empiezan a comprender la permanencia de los objetos y a experimentar con el mundo físico que les rodea. Antes de desarrollar este concepto, pueden angustiarse cuando sus padres o cuidadores desaparecen de su vista, ya que aún no entienden que volverán a verlos. Este es el motivo por el cual los bebés y niños pequeños lloran cuando sus figuras de apego se alejan temporalmente: en su percepción, la ausencia es absoluta. A medida que maduran, comienzan a utilizar representaciones y símbolos para interpretar su entorno, y su capacidad para procesar información aumenta rápidamente. El lenguaje se desarrolla de forma notable, pasando de la comunicación prelingüística al uso de palabras únicas, frases completas y estructuras más complejas. Entre los 3 y 6 años, los niños suelen mostrar un pensamiento egocéntrico, construyendo su comprensión del mundo desde su propia perspectiva. Su atención tiende a centrarse en un solo aspecto de un estímulo a la vez. Durante este período, se mejoran la memoria, la capacidad de atención y el pensamiento simbólico. El lenguaje también experimenta un crecimiento significativo en vocabulario, sintaxis y gramática. III. Niñez Media (6 a 12 años) En esta etapa, los niños comienzan a aplicar operaciones lógicas a problemas concretos. Desarrollan la comprensión de la conservación (reconociendo que un cambio de forma no necesariamente afecta la cantidad) y la reversibilidad (entendiendo que los objetos pueden pasar por varios estados y regresar al original). Además, son capaces de descentralizar su pensamiento, considerando múltiples perspectivas. La memoria mejora en términos de almacenamiento y recuperación, y desarrollan estrategias metacognitivas para controlar su propio aprendizaje. El lenguaje se enriquece con una mayor comprensión de las pragmáticas sociales y una creciente conciencia metalingüística. IV. Adolescencia (12 a 20 años) Los adolescentes adquieren la capacidad de utilizar la lógica formal para considerar problemas abstractos. Su pensamiento se vuelve más relativo que absoluto, y mejoran sus habilidades verbales, matemáticas y espaciales. Pueden pensar hipotéticamente, dividir su atención y monitorear su propio pensamiento a través de la metacognición. Sin embargo, también pueden desarrollar un egocentrismo adolescente, sintiéndose observados constantemente y creyendo en su propia invulnerabilidad, lo que puede llevarlos a ignorar ciertos peligros. V. Juventud Adulta (20 a 40 años) A medida que aumenta la experiencia laboral, el pensamiento se vuelve más flexible y subjetivo, orientado a la resolución adaptativa de problemas. La inteligencia se aplica a metas a largo plazo relacionadas con la carrera, la familia y la sociedad. Eventos significativos de la vida en esta etapa pueden influir en el desarrollo cognitivo, moldeando perspectivas y habilidades. VI. Edad Adulta Media (40 a 65 años) Durante la adultez media, puede comenzar una ligera pérdida de funciones cognitivas. Sin embargo, la competencia cognitiva general se mantiene estable, ya que los adultos utilizan su experiencia vital y estrategias efectivas para compensar. Pueden ocurrir pequeñas disminuciones en la eficiencia de la recuperación de la memoria a largo plazo, pero el conocimiento acumulado y las habilidades compensatorias suelen mitigar estos efectos. VII. Vejez (65 años en adelante) El deterioro cognitivo significativo suele ser mínimo hasta los 80 años. Las habilidades cognitivas pueden mantenerse con entrenamiento y práctica, y el aprendizaje sigue siendo posible a lo largo de toda la vida. Aunque la memoria a corto plazo y la memoria de episodios específicos de la vida pueden disminuir, otros tipos de memoria permanecen en gran medida sin cambios. Importancia de la Estimulación Cognitiva en la Vejez Diversos estudios han demostrado que la estimulación cognitiva puede retrasar la aparición de síntomas de demencia y Alzheimer. Por ejemplo, investigaciones de la Universidad McGill en Canadá y la Universitat Oberta de Catalunya en España han evidenciado que el bilingüismo puede retrasar hasta cinco años la aparición de estas enfermedades. Aprender un segundo idioma desde la infancia mejora la organización y conexión cerebral, proporcionando protección adicional frente a estas enfermedades. Además, adultos mayores que participan en actividades cognitivamente estimulantes tienen un 63% menos de probabilidades de desarrollar demencia, según un estudio de la Universidad de Exeter. Tips para Mantenerse Activos Mentalmente en Cada Etapa del Desarrollo El desarrollo cognitivo no es un proceso automático; requiere estímulos constantes y actividades adecuadas para cada etapa. A continuación, te comparto una serie de consejos que pueden ayudar tanto a los niños como a los adultos a fortalecer sus habilidades mentales y mantener una mente activa y saludable. Para bebés y niños pequeños (0 a 6 años) Juega al "Cucú-Tras" Este juego clásico ayuda a los bebés a comprender la permanencia de los objetos y a reducir la ansiedad por separación. Habla con tu bebé constantemente Narra lo que haces, describe el entorno y responde a sus balbuceos para estimular su desarrollo del lenguaje. Ofrece juguetes que fomenten la exploración Los bloques de construcción, rompecabezas simples y juegos de encajar formas refuerzan la coordinación y el pensamiento lógico. Lee cuentos diariamente Leer en voz alta mejora el vocabulario, la imaginación y la comprensión del lenguaje desde una edad temprana. Anima a resolver problemas sencillos Pregunta: ¿Dónde está tu osito? o ¿Cómo podemos abrir esta caja? para que practique el pensamiento crítico. Para niños en edad escolar (6 a 12 años) Fomenta los juegos de estrategia Juegos como ajedrez, dominó o rompecabezas desarrollan el razonamiento lógico y la toma de decisiones. Anímalos a hacer preguntas y buscar respuestas No des todas las respuestas; motívalos a investigar y razonar soluciones por sí mismos. Promueve la lectura independiente Ayúdales a elegir libros de su interés y discutan juntos sobre lo que han aprendido. Enseña nuevas habilidades manuales Actividades como origami, manualidades o tocar un instrumento musical fortalecen la concentración y la coordinación. Incentiva la memoria y la organización Jugar a recordar listas, contar historias o planificar actividades ayuda a mejorar la memoria y la autonomía. Para adolescentes (12 a 20 años) Motívalos a aprender un segundo idioma El bilingüismo mejora la flexibilidad cognitiva y retrasa el envejecimiento cerebral. Practiquen el debate y la argumentación Discutir temas de interés ayuda a desarrollar el pensamiento crítico y la capacidad de analizar diferentes perspectivas. Anímalos a escribir un diario Expresar ideas y emociones por escrito fortalece la organización del pensamiento y la introspección. Introduce desafíos matemáticos y lógicos Resolver acertijos, sudokus o problemas matemáticos afianza la agilidad mental. Enséñales a planificar y gestionar su tiempo Organizar tareas y objetivos fomenta el pensamiento estratégico y la toma de decisiones. Para adultos (20 a 65 años) Lee y mantente informado La lectura diaria de artículos, libros o ensayos fortalece la memoria y amplía el conocimiento. Aprende nuevas habilidades Tocar un instrumento, cocinar recetas nuevas o practicar una manualidad estimula el cerebro. Haz ejercicio físico regularmente La actividad física mejora la oxigenación del cerebro y reduce el riesgo de deterioro cognitivo. Desafía tu mente con juegos y acertijos Crucigramas, rompecabezas y aplicaciones de entrenamiento mental mantienen la mente activa. Mantén conversaciones significativas Interactuar con diferentes personas y debatir temas profundos mejora la memoria y el razonamiento. Para adultos mayores (65 años en adelante) Aprende algo nuevo cada día Estudiar un nuevo idioma, aprender a usar tecnología o tomar clases de arte mantiene el cerebro activo. Participa en actividades sociales Relacionarse con otros previene la depresión y mantiene la mente ágil. Realiza ejercicios de memoria Recordar listas, narrar historias del pasado y jugar a identificar objetos mejora la retención de información. Mantén una rutina de ejercicio físico Caminar, bailar o hacer yoga favorece la salud cerebral y el bienestar general. Evita la monotonía Cambiar rutas de paseo, probar comidas nuevas y escuchar música variada estimula la neuro plasticidad. Conclusión El desarrollo cognitivo es un proceso dinámico que abarca toda nuestra vida. Comprender las características de cada etapa nos permite adoptar estrategias adecuadas para potenciar nuestras capacidades mentales y mantener una mente activa y saludable en todas las fases de la vida. La estimulación cognitiva, el aprendizaje continuo y la adaptación a nuevos desafíos son fundamentales para un envejecimiento cognitivo exitoso.

Bienvenido al segundo blog de nuestra serie sobre el desarrollo humano. En el primero exploramos de manera general el desarrollo físico, y ahora profundizaremos en cada etapa, desde el periodo prenatal hasta la vejez, considerando este proceso como un viaje de constantes transformaciones que merece toda nuestra atención. Nuestro objetivo es que no solo te centres en el crecimiento de tus hijos o alumnos, sino también en reconocer y cuidar la etapa en la que te encuentras, para estar en óptimas condiciones y así poder cuidar de los demás. Etapa Prenatal El viaje comienza antes del nacimiento. Durante las primeras dos semanas, tras la fertilización, las células se dividen rápidamente y el cigoto se implanta en la pared del útero. Entre las semanas 2 y 8, se inician el crecimiento de los órganos mayores y el sistema del cuerpo se expande. Desde la semana 8 hasta el nacimiento, los órganos se diferencian: el feto ya patea, escucha sonidos del exterior y se forman los primeros reflejos. La salud de la madre, su dieta, edad y consumo de sustancias juegan un papel crucial en el desarrollo del bebé. Infancia Temprana (0 a 3 años) En los primeros tres años se produce un rápido crecimiento en altura y peso. Las neuronas se multiplican y forman redes complejas en el cerebro. Durante este periodo crítico, los infantes comienzan a balbucear, gatear, sentarse y, finalmente, a caminar. También aprenden a alcanzar y agarrar objetos. La visión alcanza una agudeza de 20/20 alrededor de los seis meses, permitiendo el reconocimiento de patrones, caras, figuras y colores. Paralelamente, se desarrollan la capacidad auditiva y la imitación de sonidos, sentando las bases del lenguaje. Preescolar (3 a 6 años) Durante el periodo preescolar, el crecimiento en altura y peso continúa a buen ritmo. El cuerpo pierde la suavidad de la infancia y los músculos se endurecen progresivamente. El cerebro sigue expandiéndose con nuevas interconexiones neuronales y se empieza a notar la lateralización. En esta etapa, los niños perfeccionan sus habilidades motoras gruesas y finas: pueden lanzar y atrapar una pelota, correr, usar cubiertos e incluso abrocharse los cordones de sus zapatos. Niñez (6 a 12 años) Entre los 6 y los 12 años, el crecimiento se vuelve más gradual. Los músculos se desarrollan y la grasa corporal se reduce paulatinamente. Es en esta etapa cuando se afinan tanto las habilidades motoras gruesas —como montar bicicleta, nadar o patinar— como las finas, por ejemplo, al tapear, presionar botones o escribir. La práctica constante permite que estas destrezas se perfeccionen y se integren en las actividades cotidianas. Adolescencia (12 a 20 años) La adolescencia marca una transformación profunda. En las niñas, la maduración suele iniciarse alrededor de los 10 años, alcanzando la pubertad entre los 11 y 12, mientras que en los niños ocurre entre los 12 y 14 años. Durante esta etapa hace aparición el vello púbico, bajo los brazos, y también los cambios en la voz. Este periodo es clave para el autoconocimiento y la consolidación de la identidad personal. Juventud Adulta (20 a 40 años) En los 20 se alcanzan las máximas capacidades físicas: coordinación, tiempo de reacción y fuerza se encuentran en su punto álgido. Aunque el crecimiento se completa, algunos órganos, como el cerebro, siguen madurando. Sin embargo, en esta etapa se enfrentan nuevos desafíos, como el riesgo de obesidad y el impacto del estrés, factores que pueden influir en la salud a largo plazo. A mediados de los 30, las enfermedades comienzan a superar a los accidentes como principales causas de muerte, haciendo énfasis en la importancia de un estilo de vida saludable. Edad Adulta Media (40 a 65 años) Durante esta etapa se evidencian cambios físicos notables. La visión y la audición comienzan a deteriorarse. Se observa un incremento de peso, una disminución de la fuerza y una ralentización en el tiempo de reacción. Aunque las habilidades para tareas complejas se mantienen gracias a la experiencia acumulada, las mujeres atraviesan la menopausia con efectos impredecibles, mientras que los hombres experimentan cambios graduales en su sistema reproductivo. Vejez (65 años en adelante) En la etapa final de la vida, las señales del envejecimiento se hacen más evidentes: aparecen arrugas, el cabello se vuelve gris o descolorido y la estatura disminuye debido al adelgazamiento del cartílago intervertebral. El cerebro y la médula espinal pierden peso y neuronas. El corazón bombea menos sangre, los reflejos comienzan a ser más lentos y los sentidos pierden agudez y estos cambios sensoriales hacen que cambien el estilo de vida, lo que puede llevar a problemas como cataratas, glaucoma y pérdida auditiva. Además, las enfermedades crónicas, especialmente las cardiovasculares, se vuelven más comunes, y aumentan los riesgos de trastornos mentales como la depresión y el Alzheimer. Estrategias para Envejecer con Salud Enfrentar el envejecimiento no significa resignarse al deterioro físico, sino adoptar un enfoque integral que abarque el bienestar físico, mental y emocional. Aunque el paso del tiempo conlleva cambios inevitables, existen estrategias concretas que pueden ayudarnos a minimizar sus efectos y a mantener nuestra vitalidad y autonomía. Adoptar una alimentación balanceada es fundamental; consumir una dieta rica en nutrientes esenciales fortalece los huesos, el sistema cardiovascular y la función cerebral. Complementar esto con una actividad física regular , adaptada a las capacidades y necesidades de cada etapa, no solo refuerza los músculos y la coordinación, sino que también mejora el equilibrio y la flexibilidad, reduciendo el riesgo de caídas y lesiones. El cuidado preventivo mediante chequeos médicos constantes permite detectar a tiempo posibles complicaciones de salud, facilitando intervenciones tempranas y tratamientos efectivos. Además, mantenernos mentalmente activos—ya sea a través de la lectura, la práctica de juegos mentales o la participación en actividades culturales y sociales—contribuye a preservar las funciones cognitivas y a retrasar el deterioro neurológico. Por último, es esencial fomentar el bienestar emocional y social . Cultivar relaciones interpersonales, participar en comunidades y dedicar tiempo a actividades que nos apasionen fortalece la resiliencia emocional y reduce el riesgo de padecer trastornos como la depresión. Incorporar técnicas de manejo del estrés, como la meditación o el mindfulness, también puede mejorar significativamente la calidad de vida. En definitiva, cuidarnos a nosotros mismos en cada etapa del desarrollo no solo nos beneficia personalmente, sino que también nos capacita para apoyar a quienes nos rodean. Adoptar un estilo de vida saludable, consciente y activo es la clave para envejecer con fortaleza, adaptabilidad y plenitud, permitiéndonos disfrutar de cada etapa de la vida con optimismo y energía. Referencias Discovering the life span by Robert S. Feldman (Third edition)

La psicología es un campo fascinante, especialmente cuando nos ayuda a comprender el proceso continuo del desarrollo humano. Mientras estudiaba psicología, descubrí algo que transformó mi manera de ver la vida: cada etapa del desarrollo tiene sus propias características, retos y aprendizajes. Como maestra de educación preescolar con años de experiencia y madre de dos hijos, muchas veces me preguntaba: ¿por qué ciertos comportamientos o patrones? Esta pregunta no solo era para mis hijos y estudiantes, sino para mí también. Nosotros los adultos también actuamos de ciertas maneras ante ciertos compartimientos. Al estudiar el desarrollo humano fue cuando todo cobró sentido. Comprender cada etapa me permitió no solo acompañar mejor a mis hijos en su crecimiento, sino también apoyarlos de manera más efectiva a ellos y a mis estudiantes. Por eso, he decidido crear esta serie de blogs sobre las etapas del desarrollo humano. Mi deseo es que esta información te ayude a comprender mejor en qué etapa te encuentras tú y en cuál están tus hijos. Así, podrás mirarte a ti mismo con más compasión y paciencia, y también acompañar a los pequeños (o no tan pequeños) que comparten la vida contigo con mayor comprensión y empatía. Este es el primer artículo de la serie. Espero que lo disfrutes y, sobre todo, que te ayude en tu camino como madre, padre o cuidador. El desarrollo humano es un campo diverso y en constante cambio. Este proceso abarca toda la vida del individuo, desde el nacimiento hasta la muerte, explorando cómo las personas se desarrollan física, intelectual y socialmente. Busca responder preguntas tales como: ¿Cómo influye la herencia genética en el desarrollo de los hijos? ¿Cómo aprenden los niños? ¿Por qué toman ciertas decisiones? ¿Las características de la personalidad son innatas o pueden cambiar con el tiempo? ¿Cómo impacta un entorno estimulante en el desarrollo? Estas y muchas otras interrogantes son objeto de estudio en el desarrollo humano. Para responderlas, los especialistas en desarrollo utilizan el método científico de manera estructurada y formal. Por otro lado, nosotros, madres, padres y educadores, en nuestro día a día, recurrimos a estrategias más informales, como la observación, la espera, la interacción y el amor hacia nuestros hijos y alumnos. Sin embargo, creo que no basta solo con observar y esperar. Es importante involucrarse, formar parte del proceso y mejorar la manera en que interactuamos con nuestros hijos y estudiantes para obtener mejores resultados. Este blog nace precisamente con ese propósito: brindar herramientas y conocimientos que ayuden a comprender mejor el desarrollo humano y, con ello, acompañar a nuestros niños de manera más efectiva en su crecimiento, importante, también comprenderás muchos aspectos de ti como ser humano en este proceso. El Desarrollo Físico Comenzaré por el desarrollo físico, no porque sea más importante que las otras áreas, sino porque es la que percibimos a simple vista. Desde el momento en que un bebé nace, su crecimiento es evidente: cambia de tamaño, gana peso, adquiere fuerza y desarrolla habilidades motoras. Es un proceso asombroso que ocurre de manera progresiva y está influenciado por múltiples factores, como la genética, la alimentación, el entorno y la estimulación. El desarrollo físico se manifiesta en dos grandes aspectos: el crecimiento corporal y la motricidad. En los primeros años de vida, el cuerpo experimenta un crecimiento acelerado, pasando de la fragilidad de un recién nacido a la energía de un niño pequeño que corre y explora el mundo a su alrededor. La motricidad, por su parte, se divide en motricidad gruesa y fina. La motricidad gruesa abarca habilidades como gatear, caminar, correr y saltar, mientras que la motricidad fina implica movimientos más precisos, como sujetar objetos, dibujar o abotonarse la ropa. A medida que los niños crecen, su desarrollo físico sigue avanzando. Durante la infancia y la adolescencia, los cambios hormonales impulsan el crecimiento y la maduración de los músculos, huesos y órganos. La coordinación mejora, la fuerza aumenta y el cuerpo adquiere mayor resistencia. En esta etapa, el juego, el ejercicio y una alimentación equilibrada son claves para un desarrollo saludable. Sin embargo, el desarrollo físico no se detiene en la juventud. A lo largo de la vida, el cuerpo continúa experimentando cambios, algunos más sutiles que otros. En la adultez, la prioridad ya no es el crecimiento, sino el mantenimiento de la salud y el bienestar. Y en la vejez, el cuerpo enfrenta nuevos desafíos, como la pérdida de masa muscular, la disminución de la flexibilidad y los cambios en la densidad ósea. Comprender el desarrollo físico nos permite no solo valorar cada etapa de la vida, sino ser conscientes y tomar decisiones que fomenten nuestro bienestar y el de nuestros niños. Cada niño tiene su propio ritmo, y respetar ese proceso, proporcionándole las condiciones adecuadas para su desarrollo, es fundamental para que alcance su máximo potencial. Cuando hablamos del desarrollo físico, no podemos enfocarnos solo en los niños; también debemos pensar en quienes los guían y acompañan en su crecimiento: padres y educadores. Criar y educar requiere una enorme cantidad de energía. Quien ha pasado un día completo con niños sabe lo demandante que puede ser. Para sostener esta tarea, es esencial que los adultos encargados de su cuidado también prioricen su bienestar físico. No se trata solo de un acto de autocuidado, sino de una responsabilidad. Un cuerpo cansado, desgastado y sin energía tiene más dificultades para responder con paciencia, claridad y entusiasmo a las necesidades de los niños. Además, los niños aprenden principalmente a través del ejemplo. Cuando ven a sus padres y educadores cuidando su cuerpo con una alimentación equilibrada, descansando lo necesario, moviéndose con regularidad y dando importancia a su bienestar, ellos internalizan estos hábitos como algo natural. Un adulto que prioriza su salud física no solo tiene más energía para criar y educar, sino que también se convierte en un líder para los más pequeños, mostrándoles con hechos la importancia del autocuidado. El desarrollo físico no se detiene en la infancia, es un proceso continuo que atraviesa toda la vida. Por eso, es fundamental que los adultos recuerden que cuidar su propio cuerpo no es un lujo, sino una necesidad. Al hacerlo, no solo estarán en mejores condiciones para guiar a los niños, sino que les estarán enseñando, con el mejor método posible—el ejemplo—, que un cuerpo saludable es una herramienta clave para vivir con plenitud. Para concluir con este primer blog de la serie: “El Desarrollo Humano”, quiero compartirte de forma concreta algunos puntos importantes que debes tener siempre presente sobre el desarrollo físico a la hora de criar y educar niños. Cada niño crece a su ritmo. No apresures procesos ni compares su desarrollo con el de otros. Jugar no es una pérdida de tiempo. Es la manera natural en que los niños exploran, descubren y desarrollan habilidades esenciales. La crianza y la educación requieren energía. Dormir bien, alimentarte saludablemente y moverte con regularidad te permitirá ser un mejor guía. No todos aprenden ni reaccionan de la misma manera. Respeta su individualidad y adapta la educación a sus necesidades. Ofrecer una dieta variada y nutritiva es esencial para el crecimiento y la energía del niño. Evita los alimentos procesados y fomenta el consumo de frutas, verduras, proteínas y agua. El cuerpo está diseñado para moverse. Fomenta el juego al aire libre, la práctica de deportes y actividades que estimulen la motricidad gruesa y fina. El sueño es clave para el crecimiento y la recuperación del cuerpo. Asegúrate de que el niño tenga una rutina de sueño constante y suficiente descanso según su edad. Limita el tiempo de uso de dispositivos electrónicos y promueve actividades que impliquen movimiento, interacción social y exploración del entorno. La motricidad gruesa se desarrolla con juegos que impliquen correr, saltar y trepar, mientras que la motricidad fina mejora con actividades como dibujar, recortar y ensartar objetos. El agua es fundamental para el buen funcionamiento del cuerpo. Enséñale al niño la importancia de mantenerse hidratado durante el día. Asegúrate de que el niño tenga una postura correcta al sentarse, escribir y usar dispositivos electrónicos para prevenir problemas musculares y de columna. Las visitas periódicas al pediatra y especialistas ayudan a detectar a tiempo cualquier problema de crecimiento o salud. Espera el próximo blog la semana siguiente. Saludos de Elisa Sainz