
En casi todas las casas hay pantallas. En estos tiempos eso es lo más normal ¿verdad? Dicen estudios que a los dos años nueve de cada diez niños ya han tenido contacto con televisión o videos. Muchos adultos creen que ese tiempo frente a la pantalla está bien gastado y sirve para que aprendan, mientras otros sienten dudas. Hoy quiero mirarlo desde un lugar clave:
LA ATENCIÓN
¿Qué es la atención en la primera infancia?
La atención es ese estado de alerta que nos orienta hacia un estímulo y nos permite enfocar.
En los bebés la atención visual cambia mucho durante el primer año. Desde el nacimiento hasta las diez semanas, el mirar aumenta de manera constante. Luego, entre los tres y los seis meses, el tiempo de mirada disminuye porque el bebé se vuelve más eficiente para escanear y procesar lo que ve.
Después de los seis meses, el tiempo de mirada depende cada vez más de la complejidad del estímulo. Entre los doce y dieciocho meses, vemos miradas más largas en tareas complejas. Esto nos habla de un comienzo de autorregulación de la atención mientras el niño procesa información.
Hay algo más importante… En experimentos con bebés de tres a doce meses se compararon imágenes estáticas, puntos blancos sobre fondo negro, caras en fotografía y clips de Sesame Street. Las miradas más largas aparecieron ante los estímulos en movimiento. En todas las edades los videos capturaron más la atención que las imágenes quietas. Hubo picos de mirada más largos alrededor de las catorce semanas y luego una caída hasta las veintiséis. Desde allí se notó más estabilidad para lo simple y aumentos para lo complejo.
En resumen: lo que se mueve y cambia rápido atrapa más la atención de los niños.
Entonces, ¿qué ocurre cuando el estímulo es una pantalla?
La pantalla está diseñada para captar movimiento, cortes rápidos, colores contrastantes y música. Todo eso activa el sistema de orientación del bebé. La mirada se queda enganchada, pero enganchar no es lo mismo que aprender.
Debajo de los dos años existe el llamado “déficit del video”. Los niños extraen menos significado de una pantalla que de una persona en vivo. Un adulto real ajusta la voz, hace pausas, repite y sigue la atención del niño para dirigirla con suavidad. La pantalla, en cambio, no responde al niño. Solo sigue su propio ritmo.
Cuando ofrecemos demasiado estímulo audiovisual en etapas tan tempranas, podemos estar entrenando una atención que siempre busca más intensidad, más cambios, más ruido. Y cuando el entorno real es más lento —jugar en el piso, mirar un libro, esperar un turno— la atención se cansa, se irrita o salta.
Qué recomiendan los pediatras
- Para menores de 18 meses: evitar el uso de pantallas, salvo videollamadas familiares.
- Entre los 18 y 24 meses: si se usan medios, elegir contenidos de alta calidad y siempre acompañar.
- De 2 a 5 años: una hora al día de contenido de calidad, con acompañamiento y conversación.
Estas pautas existen porque el cerebro aprende mejor con experiencias activas: juego, conversación, canto, lectura y contacto con otros niños y adultos.
Qué hacer en casa para cuidar la atención
- Elige momentos de conexión real todos los días: canciones, juegos de palmas, burbujas o torres que se caen.
- Narra lo que haces para que el lenguaje guíe la atención. Mira donde el niño mira y ponle palabras.
- Si usas pantalla, que sea breve, de calidad y siempre junto a ti. Pausa el video, comenta lo que ven y relaciónalo con su vida.
- Protege la hora de comer y la de dormir sin pantallas.
- Crea rincones de calma con pocos juguetes a la vista. Menos estímulo, más profundidad.
Cuando apagas la pantalla, el mundo se enciende. Aparecen las caras, las manos, aparecen sonidos.
La atención se construye en esos encuentros lentos y vivos. Ahí crece la mente de tu hijo, y también tu paz.
Gracias por leerme.
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Saludos cordiales
Elisa Sainz Triana