Lo que me hubiera gustado saber antes de ir a la educación secundaria (y ahora le digo a mi hija)
Elisa Sainz • 12 de agosto de 2025

Hace dos semanas mi hija y yo fuimos de compras para conseguir todo lo que necesita para el nuevo año escolar.


Pero esta vez algo es distinto.


No es solo un nuevo comienzo… es que está a punto de vivir su primer día en middle school.

La miraba mientras recorría los pasillos de la tienda y me di cuenta de que ya no se ve como una niña pequeña.


Es una niña grande… y también actúa como tal.


Mientras la observaba, pensaba en todo lo que me hubiera gustado saber antes de entrar a middle school.


Recordé tantas cosas y, mientras manejábamos de regreso a casa, tuvimos una conversación larga sobre esta hermosa aventura que está por comenzar.


Como padres, tenemos que prepararnos para estos momentos. Son tiempos de cambios, a veces difíciles, pero también llenos de belleza.


Parece que fue ayer cuando corría por la casa con su tutú rosa y un montón de collares, jugando a ser princesa, bailarina o incluso Katy Perry.


Solo pensar en eso me hace sonreír.


Cuando era pequeña, adoraba a Katy Perry y podía pasarse horas bailando y cantando con su música.


El tiempo pasa volando y lo veo claramente: mi hija está creciendo muy rápido.


Por eso, quiero compartir contigo lo que me hubiera gustado saber antes de que llegara esta etapa, lo que ahora le transmito a mi hija, para que tú también puedas compartirlo con tu hijo o hija.


Porque sí, es cierto que necesitan mochilas, uniformes, zapatos nuevos y una lista interminable de útiles escolares: cuadernos, lápices, borradores, colores…


Pero también hay habilidades y conocimientos que son esenciales para transitar esta etapa con confianza y alegría.

Aquí quiero compartirlos contigo:


1 – Nunca dejes de ser tú.
Vivimos en una sociedad que parece moverse al ritmo de las tendencias. Una sociedad que vive y respira a través de las redes sociales.

Si no encajas en esas redes, si no sigues los patrones que dicta la mayoría, entonces —según ellos— no estás a la altura, no eres valioso, no eres popular.


Si no acumulas suficientes “likes”, parece que no existes.


Pero la verdad es que no puedes traicionarte a ti mismo solo para encajar en esos moldes.


No puedes perderte intentando ser lo que otros esperan que seas.


Y aquí es donde nosotros, como padres, jugamos un papel fundamental.


Si queremos que nuestros hijos no se traicionen a sí mismos, necesitamos enseñarles a respetarse, a aceptarse y a sentirse orgullosos de quiénes son.


Muchas veces, sin darnos cuenta, criticamos demasiado o insistimos en que las cosas se hagan “a nuestra manera”.


En lugar de guiar, controlamos.


En lugar de acompañar, imponemos.


Y eso, aunque lo hagamos con amor, puede sembrar en ellos la idea de que su forma de ser no es suficiente.

Ayudemos a nuestros hijos a desarrollar la habilidad de ser fieles a sí mismos:


  • Escuchándolos de verdad, sin juzgar.
  • Validando sus emociones, aunque no siempre las entendamos.
  • Dándoles espacio para tomar decisiones y aprender de ellas.
  • Elogiando su esfuerzo y sus valores más que sus resultados.


Porque un hijo que aprende a respetarse y aceptarse será un adulto que no se pierda tratando de encajar en un molde que no es el suyo.


2 – Vales por lo que eres, no por lo que tienes.


Ese es el mensaje que nuestros hijos deberían escuchar una y otra vez, no solo con palabras, sino con nuestro ejemplo.
Que vean en nosotros la coherencia de alguien que vive fiel a sí mismo, que no se vende por aprobación, que no cambia su esencia para encajar.


Porque si ellos aprenden que su valor no está en un “like”, en una marca o en cumplir expectativas ajenas, estarán construyendo la fortaleza más grande que un ser humano puede tener: la certeza de que ser uno mismo siempre es suficiente.


3 – Nunca formes parte del juego del bullying.


Y si algún día intentan que seas tú la víctima, recuerda esto:


El niño que critica, juzga o maltrata a otro, también es un niño que sufre por dentro.


Por eso, en lugar de reaccionar con violencia o entrar en una guerra contra ellos, intenta mirarlos con empatía.


Eso no significa aceptar lo que hacen, sino entender que su comportamiento habla más de su dolor que de ti.


No pierdas el control. Busca a alguien que pueda ayudarte: un adulto de confianza, un maestro, un consejero.


No tienes por qué enfrentarlo solo.


Y, por favor, siempre vuelve a casa y cuéntame lo que sucedió.


Quiero ser parte de tu red de apoyo, quiero escucharte y caminar contigo en cada reto.


4 – Nunca intentes cambiar a nadie.


A lo largo de tu vida conocerás a muchas personas.


Con algunas tendrás una conexión especial desde el primer momento, y con otras quizá no tanto.


Pero incluso con esas personas con las que sientas química, a veces surge la tentación de querer cambiar algo de ellas.


No lo hagas.


Acepta a tus amigos tal y como son.


Si hay características que te resultan difíciles de tolerar y sientes que no puedes convivir con ellas, simplemente elige no ser tan cercano o no continuar la amistad.


Pero no intentes moldear a alguien para que encaje en lo que tú quieres o necesitas.


Tratar de cambiar a una persona para satisfacer nuestras propias expectativas solo lleva a la frustración.


La verdadera amistad y las relaciones sanas se construyen sobre la aceptación mutua.


5 – Cuando aparezca el amor…


No puedo decir que estoy 100% segura, pero casi siempre, en esta etapa, el amor hace su entrada.


Y es ese amor que te hace brillar los ojos, que hace que todo lo demás pierda importancia, que convierte a ese chico o esa chica de tu clase en el centro de tu universo.


Lo único que te pido es que, cuando eso suceda, cuando sientas que el mundo se reduce a esa persona de la que te has enamorado, vengas y me lo cuentes a mí o a papá.


Porque sí, nos pasa a todos, y está muy bien enamorarse.
Solo recuerda dar pasos seguros.


Nunca hagas algo porque alguien te convenza o te presione.


Tu corazón es valioso, tu cuerpo es tuyo y tus decisiones importan.


6 – Los demás también tienen sentimientos.


Con tus maestros, con el conserje de la escuela, con la secretaria de la oficina, con tus amigos… sé amable siempre.


Todos ellos son seres humanos y, al igual que tú, están en su propio camino, aprendiendo a ser la mejor versión de sí mismos.


Pueden ser madres o padres, hermanos o hijos, y tienen sentimientos igual que tú.


Una palabra amable, una sonrisa o un gesto de respeto pueden marcar la diferencia en su día… y también en el tuyo.


7 – Aprender es importante.


Puede que no todas las materias te parezcan fascinantes durante esta etapa de la enseñanza media, pero no olvides por qué estás ahí: para aprender, para crecer, para descubrir nuevos conocimientos que sí despierten tu interés.


Cada clase, incluso aquellas que parecen menos atractivas, puede darte herramientas que un día te serán útiles.


Y lo más valioso no siempre es el tema en sí, sino la disciplina, la curiosidad y la capacidad de aprender que vas desarrollando en el camino.


8 – Es una etapa difícil en tu vida.


A veces no sabrás exactamente qué estás sintiendo ni por qué.


Cuando eso pase, habla con tus padres sobre esos sentimientos.


Ellos pueden ayudarte y comprenderte, porque alguna vez también tuvieron tu edad y pasaron por momentos parecidos.


No estás solo en lo que sientes, y abrir tu corazón puede ser el primer paso para encontrar claridad y apoyo.


9 – Cada una de tus decisiones tiene consecuencias.


Hay algo muy importante que no solo aplica para esta etapa, sino para toda la vida: todas tus decisiones tienen consecuencias.

Por eso, antes de actuar, tómate un momento para pensar.


Todo, absolutamente todo, trae consigo un resultado, y de eso no se escapa nadie.


Así que, antes de decidir, intenta identificar cuál podría ser la consecuencia de tu elección.


Cuando aprendes a pensar un paso más allá, te das la oportunidad de elegir con más claridad y de cuidar tu presente y tu futuro.


10 – Nunca serás demasiado mayor para besos y abrazos.


Nunca serás demasiado mayor para recibir y dar abrazos y besos a tus padres.


El cariño no tiene fecha de caducidad, y ese contacto es un puente que siempre nos recuerda que somos familia, que somos hogar el uno para el otro.