Nosotros los seres humanos tenemos necesidades y todo lo que hacemos en nuestra vida consciente o inconscientemente es un intento de satisfacerlas.
Incluso cuando educamos, incluso cuando corregimos, cuando hablamos, gritamos o callamos lo hacemos tratando de cubrir una necesidad interna. Muchas veces usamos un recurso maravilloso para lograrlo: la comunicación.
La comunicación es ese puente que nos une, ese hilo invisible que puede crear lazos profundos o cortar vínculos sin que nos demos cuenta. Es a través de ella que enseñamos, criamos y guiamos.
Pero también es a través de ella que muchas veces nos alejamos, herimos, lastimamos no porque queramos hacerlo, sino porque no sabemos hacerlo mejor. Cuando la comunicación es mal empleada, poco a poco vamos rompiendo esos hilos invisibles, esos lazos afectivos que nos conectan a uno con los otros.
Tal vez ya has escuchado hablar de la Comunicación No Violenta y si es la primera vez que escuchas este término, aquí te lo presento.
Este enfoque fue creado por el psicólogo estadounidense Marshall Rosenberg y ha sido utilizado con éxito en entornos laborales, en procesos de paz entre mandatarios, en universidades, en la vida de pareja y sí, también en la crianza. Porque si hay un lugar donde necesitamos comunicación clara, empática y consciente, es en casa.
¿Qué es la Comunicación No Violenta (CNV)?
No se trata simplemente de hablar bonito, ni de evitar los gritos, tampoco se trata de permitirlo todo, sino de aprender a expresar lo que sentimos y necesitamos, sin juzgar, sin culpar, sin agredir. También de aprender a escuchar lo que el otro siente y necesita aunque ese otro tenga apenas 3 o 6 años, aunque aún no sepa ponerle palabras a lo que le pasa Marshall Rosenberg propuso un modelo con cuatro pasos esenciales:
- Observar sin juzgar
No es lo mismo decir “Eres un desobediente” que decir “Hoy no recogiste tus juguetes después de jugar”
El juicio genera culpa. La observación abre la puerta al diálogo
- Reconocer lo que sentimos
En vez de gritar “¡Me tienes harta!”, podemos detenernos y decir:
“Me siento cansada y abrumada cuando veo todo desordenado”
Nombrar la emoción la saca del cuerpo y la pone sobre la mesa
- Identificar la necesidad detrás de la emoción
“Necesito orden para poder descansar un poco”
“Necesito sentirme acompañada en las tareas del hogar”
Las necesidades no son caprichos. Son parte de lo que somos.
- Hacer una petición clara y concreta
“¿Puedes ayudarme ahora a guardar los juguetes en la caja?”
Pedir no es imponer. Pedir desde el respeto es enseñar cómo se convive, cómo se cuida, cómo se ama.
¿Por qué usar CNV en casa con nuestros hijos?
Porque nuestros hijos aprenden no solo lo que les decimos, sino también cómo lo decimos.
Si usamos gritos, sarcasmo o amenazas, eso es lo que ellos entenderán como lenguaje válido y aunque obedezcan, lo harán desde el miedo, no desde la comprensión.
En cambio, cuando usamos la CNV:
– Modelamos una forma sana de resolver conflictos
– Enseñamos empatía con el ejemplo
– Fortalecemos el vínculo sin perder la autoridad
– Creamos un ambiente donde todos pueden expresar lo que sienten
¿Es fácil? No. ¿Vale la pena? Sí.
Claro que no es sencillo, porque fuimos criados muchas veces desde la violencia disfrazada de “corrección” Porque no aprendimos a hablar de lo que sentimos sin herir. Ni a escuchar lo que el otro necesita sin defendernos.
Pero lo bueno es que podemos aprender, podemos comenzar de nuevo, podemos transformar la crianza en una experiencia más consciente y la casa en un espacio de conexión real.
Porque criar también es criar nuevas formas de comunicarnos y tal vez, al hacerlo, nos estemos criando también a nosotros mismos.
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Un saludo cordial
Elisa Sainz Triana