¿Funciona o no el castigo?
Elisa Sainz • 22 de julio de 2025

Esta pregunta me la han hecho muchas veces y suele venir de padres que ya están mirando la crianza con otros ojos. Padres más conscientes. Padres que no quieren repetir lo mismo solo porque “así se ha hecho siempre”, sino que se preguntan si hay otra forma. Una forma más efectiva, más humana, más amorosa.


Y esa pregunta, por simple que parezca, es el comienzo de un gran cambio.


Porque millones vieron caer la manzana…


pero fue Newton
 quien preguntó ¿por qué?


La diferencia no está en lo que vemos, sino en lo que nos atrevemos a cuestionar.


Como líder en tu hogar, es importante reconocer cuándo una consecuencia es realmente educativa y cuándo es simplemente un castigo disfrazado. Esta diferencia marca un antes y un después en la relación con tus hijos.


¿Qué es realmente el castigo?


El castigo es una acción que busca hacer sentir mal al niño para que aprenda una lección. Pero lo que suele provocar es otra cosa: miedo, resentimiento, vergüenza, deseo de revancha o desconexión emocional.


Los niños castigados pueden obedecer, sí… pero lo hacen por miedo, no por conciencia.


¿Y entonces? ¿No hay consecuencias?


Claro que sí. Pero no todas las consecuencias educan.


Hay una gran diferencia entre 
castigar y aplicar consecuencias naturales o lógicas:


  • Una consecuencia natural ocurre sin intervención del adulto (si no llevas abrigo, pasas frío).

  • Una consecuencia lógica implica al adulto, pero se aplica con respeto y propósito educativo (por ejemplo, “solo lavo la ropa que esté en el cesto”).


Ambas pueden enseñar si se aplican sin culpa, sin humillación, sin enojo.


Lo que los niños pueden pensar cuando son castigados, 

  • “Soy malo, no valgo.”
  • “Mejor no lo vuelvo a hacer, pero por miedo, no porque entienda que estuvo mal.”
  • “Tengo que agradar a los demás para sentirme valioso.”
  • “¿Cómo evito que me atrapen la próxima vez?”
  • “Me voy a vengar.”
  • “Esto no es justo.”

 Las 4 R del castigo: lo que suele dejar en los niños


Cuando se usa el castigo como herramienta disciplinaria, puede parecer que “funciona” a corto plazo: el niño se detiene, obedece o cambia la conducta. Pero internamente, muchas veces lo que el castigo siembra no es aprendizaje ni conciencia, sino estas cuatro R:


Rencor
El niño guarda resentimiento hacia el adulto. No necesariamente por lo que hizo, sino por cómo fue tratado. Este rencor se puede quedar dentro, en silencio, o salir en forma de palabras duras, distancia emocional o frialdad.


Rebeldía
El niño puede adoptar una actitud desafiante, con pensamientos como:
“¿Ah, sí? Pues ahora lo haré más.”


La rebeldía es una reacción de defensa frente al control. A veces se expresa de forma directa, y otras de forma pasiva (olvidos constantes, desobediencia silenciosa, indiferencia).


Retiro (o Resignación)
Algunos niños, en lugar de rebelarse, se retraen emocionalmente.
Se apagan. Piensan: “Para qué intentarlo si todo lo hago mal.”
Esto puede parecer tranquilidad, pero en realidad es un cierre del corazón. Es una pérdida de conexión.


Revancha
El niño no olvida. Puede que no tenga fuerza o permiso para responder en el momento, pero muchas veces busca la forma de “devolver el golpe” más adelante.


La revancha no siempre es agresiva: puede ser con mentiras, sabotajes, desobediencia oculta, o incluso dañándose a sí mismo para hacer sentir mal al adulto.


El castigo no educa, condiciona y lo que se condiciona desde el miedo o el dolor, no se integra como valor, sino como defensa.


Entonces, ¿qué hacer?

👣 Lidera con conciencia.


Decide qué harás tú en lugar de enfocarte en lo que harás que tu hijo o hija haga.


Ofrece elecciones, aplica consecuencias que enseñen y mantén el respeto en el centro.


En las situaciones que puedes no intervenir y dejar que las consecuencias sean las naturales, hazlo, las consciencias naturales son muy efectivas. 


Si vas recurrir a las consecuencias lógicas, recuerda las 4 R de una consecuencia lógica bien aplicada:


  1. Relacionada con la conducta.
  2. Respetuosa, sin herir.
  3. Razonable, sin exagerar.
  4. Revelada con anticipación, no sorpresa.


Atrévete a hacer preguntas, La crianza cambia cuando dejas de repetir y empiezas a pensar.
Cuando te detienes, observas y preguntas:


¿Esto lo estoy haciendo por amor o por miedo?


¿Mi hijo está aprendiendo o simplemente obedeciendo?


¿Estoy criando desde la urgencia de “corregir ya”?


¿Estoy criando con la visión de largo plazo que forma a una persona segura, empática y con valores?


Las respuestas a estas preguntas pueden cambiar tu mundo y el de tus hijos.


Y si no sabes por dónde empezar, empieza por aquí:


✔️ Deja de hacer que tu hijo se sienta mal para que se porte mejor.
✔️ Empieza a conectar, enseñar y confiar.


¿Te gustaría seguir aprendiendo?


Únete a nuestra comunidad de WhatsApp donde seguimos profundizando estos temas cada semana.


Si aún no formas parte, únete en este enlace.