
Hace ya muchos años que trabajo con niños y casi doce que soy mamá. Si algo he buscado durante todo este tiempo es hacerlo lo mejor posible, no solo por el bien de mis hijos y mis alumnos, sino también por mi propio bienestar. Ese deseo de hacerlo mejor me ha llevado a probar diferentes estrategias: algunas funcionan, otras no tanto. Pero hoy quiero contarte una de las que sí ha transformado la manera en que me relaciono, tanto en casa como en mi trabajo.
La descubrí en la asignatura Procedimientos de Terapia Individual. Se llama escucha reflexiva y es una herramienta sencilla, pero muy poderosa.
¿Qué es la Escucha Reflexiva?
La escucha reflexiva es más que simplemente oír. Es un acto consciente de prestar atención a la otra persona y luego devolver, con nuestras palabras, lo que nos ha dicho. Parafrasear o resumir su mensaje no es repetir como un robot, sino demostrar que entendimos su emoción y su intención.
Su objetivo no es convencer ni ganar la conversación, sino crear conexión, validar sentimientos y generar un espacio de respeto y confianza. Por eso se usa tanto en terapia, en mediación de conflictos y en educación.
Confieso que esta habilidad no me sale de manera natural. Me he sorprendido muchas veces interrumpiendo, defendiendo mi postura o reaccionando desde la emoción. Pero al practicarla de manera consciente he visto resultados sorprendentes: menos discusiones, menos gritos, más cooperación y más paz.
Una Situación Real en Casa
Hace unos días recibimos visita y decidí darles la habitación de mi hijo menor. Le pedí a mi hija que compartiera su cuarto con su hermano y le expliqué las razones. Ella se negó, dijo que prefería dormir sola y hasta criticó a su hermano para justificar su postura.
Antes, esa respuesta me habría hecho sentir frustración y habría reaccionado con un “lo haces porque yo lo digo”. Pero esta vez decidí escucharla de verdad. Guardé silencio, dejé que hablara hasta el final, y luego le devolví sus palabras:
“Entiendo que prefieres dormir sola y que tienes tus razones. Solo será por un día y es una necesidad. Gracias por decírmelo.”
No hubo gritos. No hubo lágrimas. Solo comprensión. Y eso cambió toda la atmósfera.
Lo que Aprendí
La escucha reflexiva me ha enseñado algo muy valioso: para escuchar de verdad debo soltar mi necesidad de tener la razón, de imponer mi punto de vista o de responder rápido. Solo así puedo ofrecer atención plena, empatía y respeto.
Cuando la otra persona siente que fue escuchada y entendida, la resistencia baja y el diálogo se abre. No significa que siempre se haga lo que el otro quiere, sino que se llega a un acuerdo desde la comprensión, no desde la lucha.
Mi hija terminó compartiendo su habitación con su hermano.
Hoy me pregunto: ¿por qué no aprendí esto antes?
Aquí te lo comparto para que lo pongas en práctica, te invito a que lo intentes. Si te funciona me cuentas.
Un fuerte abrazo
Elisa Sainz Triana