
Hace unos días navegando por internet, vi una publicidad de Dove sobre los estereotipos de la belleza y la edad. Cuando vi el tema, me detuve porque me resultó muy interesante la invita a reflexionar sobre cómo las expectativas sociales afectan nuestra percepción del envejecimiento.
Sin lugar a duda me resultó interesante porque tengo 38 años y ya cuando me miro al espejo no veo a la chica de 20, ya pinto mis canas que se reproducen por días y ya uso espejuelos para ver de cerca. En la sociedad, los estereotipos sobre las personas mayores tienden a mezclar atributos tanto negativos como positivos.
Mientras que se les percibe como personas cálidas y cuidadosas, también se asume que son frágiles, olvidadizas y menos competentes. Estos prejuicios, a menudo relacionados con la edad, se profundizan cuando se trata de mujeres mayores, a quienes se les exige ajustarse a normas de belleza que valoran la juventud sobre todo lo demás.
La campaña de Dove desafía estos estereotipos, mostrando la diversidad de experiencias de mujeres de diferentes edades, etnias y cuerpos, y cómo estas experiencias reflejan los diferentes enfoques sobre el envejecimiento. Las mujeres participantes expresan cómo se sienten acerca de su apariencia y las presiones que enfrentan debido a la expectativa social de mantenerse "jóvenes" físicamente.
En la sociedad, la belleza se ha asociado principalmente con la juventud, por lo que muchas mujeres mayores sienten que se les excluye o incluso se les invisibiliza en los medios de comunicación. Además, la industria de la belleza perpetúa la idea de que el envejecimiento es algo que debe ocultarse, lo que genera inseguridad y disconformidad corporal.
Este fenómeno también tiene implicaciones profundas en la crianza de los hijos. Como padres y educadores, si nos mantenemos sujetos a estos estereotipos, podemos transmitir sin quererles a nuestros hijos la idea de que el envejecimiento es algo negativo.
Los niños observan y absorben los comportamientos y creencias de los adultos a su alrededor, por lo que si una madre o un padre siente vergüenza o miedo del envejecimiento, podría transmitir sin querer a sus hijos la misma visión prejuiciosa sobre la edad.
Esto puede llevar a que los más jóvenes, cuando lleguen a la adultez, también perciban el envejecimiento como algo indeseable o incluso negativo, afectando su bienestar emocional.
Es vital entonces crear un ambiente donde se celebre la madurez y el envejecimiento como una etapa natural de la vida. Al hablar abiertamente con nuestros hijos sobre la importancia de aceptar el envejecimiento y respetar a las personas mayores, podemos fomentar una actitud de empatía y aprecio.
Enseñarles a ver la belleza en la experiencia de vida que trae consigo la edad, y no solo en la apariencia física, les ayudará a construir una visión más equilibrada y respetuosa hacia las generaciones mayores.
La campaña de Dove nos muestra que la belleza no tiene edad y que cada etapa de la vida tiene su propia gracia. Al rechazar los estándares de belleza que limitan nuestra percepción del envejecimiento, damos a nuestros hijos el regalo de ver a las personas mayores con respeto, apreciación y amor. Esto no solo empodera a las mujeres mayores, sino que también les enseña a los más jóvenes a valorar a las personas por lo que son, más allá de su aspecto físico. Lo que quiero transmitir no es que debamos renunciar al cuidado de nosotras mismas, al contrario.
Hacer ejercicio, alimentarnos de manera equilibrada y cuidar nuestra piel son prácticas esenciales para mantenernos saludables y sentirnos bien. Sin embargo, la clave está en hacerlo desde un lugar de bienestar, no desde la presión por cumplir con estándares de belleza impuestos por la sociedad.
Cuidarnos debe ser un acto de amor propio, no una respuesta a una expectativa externa. El bienestar verdadero radica en sentirnos bien con quienes somos en cada etapa de nuestra vida, sin compararnos con ideales inalcanzables. Se trata de honrar nuestro cuerpo, escuchar sus necesidades y nutrirlo de forma que nos permita vivir con energía y alegría, aceptando y abrazando los cambios que la vida trae consigo.
Así que, al igual que Dove invita a desafiar los estereotipos sobre el envejecimiento, debemos hacer lo mismo en nuestra crianza. Enseñar a nuestros hijos a cuestionar estos prejuicios y a abrazar todas las etapas de la vida con gratitud es una de las mayores lecciones que podemos impartir. La belleza no está en la juventud eterna, sino en la autenticidad y la sabiduría que ganamos con el tiempo.