La familia
Elisa Sainz • 16 de enero de 2024

Si me hubieran hecho esta pregunta a los 12 años, mi respuesta habría sido diferente, pero hoy, mi percepción ha evolucionado y la familia es para mí mucho más que un simple concepto.


La familia es como una escuela en la que varias personas que se aman se reúnen a diario para aprender y poner en práctica valores tan esenciales como la empatía, la aceptación, el respeto y, sobre todo, la paciencia. Este último valor, la paciencia, a veces parece requerir cursos extra, porque se necesita con frecuencia al tratar con los seres queridos.


Una familia es unidad y es la base de la sociedad. En esa escuela, que es la familia, los individuos que la integran se deben brindar apoyo mutuo, compartir responsabilidades y experiencias de vida, y deben contribuir al desarrollo emocional y social de cada uno de sus miembros. La familia puede adoptar diversas formas y tamaños, y su importancia radica en ser una fuente de amor, seguridad, guía y apoyo a lo largo de la vida de sus integrantes.


Mi percepción sobre la familia ha evolucionado con el paso del tiempo, especialmente después de convertirme en madre.


Recuerdo cuando era niña que no existía para mí nada más importante que mis padres y mis abuelos. Me daba temor incluso a perderles y una que otra vez, en esa etapa compleja en que vamos creciendo, pero aún no entendemos nada de la vida, me vi llorando de solo pensar que ellos me podían faltar. 


¿Lloraste tú alguna vez cuando aparecía algún pensamiento catastrófico en tu mente en el cual perdías a tus padres?


Con el paso del tiempo y la creación de mi propia familia, las perspectivas cambiaron. Ya en casa yo no soy la hija de mi mamá, sino la mamá de mi hija y mi hijo. También soy esposa y profesional y unas cuantas cosas más. Ya la relación con la muerte es otra y es diferente a cuando era niña. 


Después que fui madre, esa escuela que es la familia ya no está dirigida por mis padres sino por mi esposo y por mí y ahora es nuestra responsabilidad mostrarles a nuestros hijos como son las reglas. También es nuestra responsabilidad que nuestros hijos sientan que su familia es su refugio y su lugar seguro, pero tan importante como eso, es que mi esposo y yo también sintamos que nuestro lugar sagrado. 


Frecuentemente, tenemos una idea de familia romantizada que nos hace crear expectativas que no son reales. Cuando comencé la relación con el hombre que hoy es mi esposo y padre de mis hijos, tenía muchas expectativas y quería que él me demostrara el amor de una manera específica. La misma tendencia a crear expectativas ocurrió con la llegada de mis hijos. Desde que esperaba al primero, imaginaba su apariencia y personalidad, y resultaron ser completamente distintos a lo que había anticipado.


Entonces ahí comienzan los conflictos o comienza la aventura de aprender a amar de manera incondicional sin querer cambiar a nadie. 


Mi verdadera familia comenzó a formarse el día que decidí abandonar esas ilusiones sobre el amor romántico irreal y comencé a conocer realmente al hombre que tenía a mi lado. Él me ama y me demuestra su amor de incontables maneras. Quizás no de la manera que yo había imaginado, pero es un amor genuino y sincero. Yo lo puedo sentir. También el día que entendí que mis hijos son como son y no como yo quería que fueran. 


Así, comprendí que la familia es ese conjunto de personas, unidas por lazos de sangre o elección, que se respetan y apoyan mutuamente, a pesar de las diferencias. Aprendí que compartir la misma sangre no garantiza el sentimiento de familia. Descubrí que hay personas que, aunque no estén relacionadas por sangre, iluminan nuestras vidas. Entendí que no debemos intentar cambiar a las personas para que se ajusten a nuestras preferencias; debemos aceptarlas y amarlas como son. Y si alguien no aporta positivamente a nuestra vida, es válido alejarse.


El simple hecho de que alguien sea parte de tu familia no le otorga el derecho de lastimarte o de hacerte sentir mal. Jamás lo permitas, pues la verdadera familia, aquella que ama de manera incondicional, no actúa así. Pero tú tampoco te otorgues ese derecho, el de lastimar o humillar. Si amas, cuida tus palabras, practica la paciencia, respeta y se una persona empática. Si amas, toma cursos extras en esa escuela que es la familia y en donde debe prevalecer el amor. 


Un fuerte abrazo de Elisa