
La crianza es un camino lleno de desafíos y alegrías, pero muchas veces las ideas que tenemos sobre lo que significa ser un buen padre o madre pueden convertirse en obstáculos para disfrutar el proceso. Aquí es donde entra en juego el reframing.
¿Qué es el reframing?
El reframing, o reestructuración, es la capacidad de cambiar la perspectiva con la que interpretamos una situación. En vez de aferrarnos a una idea fija de cómo deberían ser las cosas, el reframing nos permite observar desde un nuevo ángulo, lo que nos abre la puerta a nuevas formas de abordar los desafíos. Muchas veces, en la crianza, nos sentimos atrapados en patrones de comportamiento que creemos correctos, porque así nos educaron o porque es lo que esperamos de nosotros mismos como padres. Sin embargo, estos patrones no siempre funcionan en la realidad actual.
¿Cuántas veces nos encontramos en situaciones problemáticas con nuestros hijos? Es posible que sintamos que no nos escuchan, que no siguen las reglas o que desafían nuestra autoridad. Pero si nos detenemos a reflexionar, muchas de estas dificultades surgen no solo del comportamiento del niño, sino también de lo aferrados que estamos como madres y padres a ciertas ideas que ya no son útiles. Quizás insistimos en mantener la misma forma de disciplina que usamos cuando eran más pequeños, o aplicamos reglas que no se adaptan a su etapa actual de desarrollo. Y aunque esos enfoques ya no son efectivos, seguimos usándolos, esperando un resultado diferente.
El reframing nos invita a cuestionar esas ideas fijas. En lugar de insistir en que "deberían" comportarse de cierta manera o que "deberíamos" ser padres perfectos, podemos preguntarnos: ¿Qué está sucediendo realmente aquí? ¿Cómo puedo ver esta situación desde otra perspectiva? Quizás el problema no es que mi hijo no me escucha, sino que está buscando mayor independencia y necesita que yo ajuste mi enfoque. Cambiar esa percepción no solo reduce la frustración, sino que también nos permite encontrar soluciones más alineadas con las necesidades de nuestros hijos y nuestras propias expectativas.
En la crianza, nuestros hábitos mentales y emocionales a menudo determinan cómo reaccionamos a los comportamientos de nuestros hijos. Por ejemplo, si consideramos que ser buenos padres significa tener todo bajo control y que los niños deben hacer lo que se les dice sin cuestionar, podemos caer en la frustración y la culpa cuando esto no sucede. Aquí es donde el reframing puede cambiar la historia.
Un ejemplo práctico
Pensemos en algo tan simple como vestir a nuestros hijos. Cuando son pequeños, les ponemos la ropa cada mañana por costumbre, porque es más rápido y fácil para nosotros. Sin embargo, al llegar el momento de fomentar su independencia, este hábito se convierte en una barrera. Tanto nosotros como nuestros hijos esperamos que sigamos haciéndolo, pero si reestructuramos la situación, podemos ver que esta es una oportunidad para enseñarles a ser más autónomos. El cambio de perspectiva nos permite ser pacientes, entender que, aunque tome más tiempo, estamos construyendo habilidades valiosas para su desarrollo.
Cómo aplicar el reframing en la crianza
El primer paso para aplicar el reframing es ser conscientes de nuestras creencias y hábitos. Pregúntate: ¿Qué ideas tengo sobre la crianza que podrían estar impidiéndome disfrutar más del proceso? ¿Cómo puedo ver los desafíos desde una perspectiva diferente? Una vez que identificamos estas creencias, es más fácil reformularlas y encontrar nuevas formas de actuar ante los retos.
Recuerda que cambiar no es inmediato. Requiere práctica y paciencia, pero al hacerlo, estarás ayudando a tus hijos a crecer en un ambiente más consciente y positivo, y te estarás liberando de las expectativas rígidas que muchas veces nos autoimponemos como padres.
Un fuerte abrazo de Elisa