
¿Qué lleva a una madre a enviar mensajes horribles a su propia hija?
Esa fue la pregunta que me hice cuando vi el documental “Número desconocido: Un escándalo de ciberacoso en Netflix. La respuesta me rompió algo por dentro.
La historia es real. La agresora fue Kendra Licari y la víctima, su propia hija adolescente: Lauryn Licari.
¿Qué lleva a una madre a hacer eso?
Mi mente empática buscaba explicaciones: Esa madre debe tener un trastorno. Tal vez tuvo una infancia muy difícil. Debe tener heridas muy profundas que no ha sabido sanar.
Pero cuando le di paso a mi mente racional, lo que encontré fue otra cosa: Egoísmo, maldad y una ausencia alarmante de amor por parte de esa madre hacia su hija.
Toda esta historia comenzó en octubre de 2020, Lauryn Licari y su novio Owen McKenny tenían 13 años. Fue entonces cuando comenzaron a recibir mensajes anónimos. Los mensajes diarios avecen sobrepasaban los 40 y estos incluían insultos, amenazas, humillaciones, e incluso sugerencias de que terminara con su vida. El acoso era constante y devastador.
Los padres del novio se alarmaron y acudieron a la escuela tratando de buscar una solución. Los padres de Lauryn también. La comunidad entera se movilizó buscando respuestas.
Incluso la madre de Lauryn —sí, Kendra, la misma que estaba detrás de todo— se involucró activamente en la búsqueda del culpable.
Consolaba a su hija mientras, en secreto, era ella misma era quien escribía los mensajes.
Una mezcla macabra entre villana y heroína.
Un rol doble que mantuvo durante más de un año.
Nadie sospechó de ella… porque era su madre. La escuela investigó, la policía local también. Pero el caso era tan complejo y perturbador que acabó en manos del FBI.
Durante ese año, la relación entre Lauryn y Owen se rompió. Otros estudiantes fueron injustamente investigados como sospechosos lo que hizo que la comunidad escolar viviera mucha tensión durante todo la investigación.
De todas las personas, nunca se puso en duda a los podres de los jóvenes , claro… ¿cómo sospechar de una madre o un padre?
Cuando todo salió a la luz, Kendra dijo que su intención era “mantener a su hija cerca”, que su propia adolescencia había sido traumática, y que eso la llevó a actuar así. Pero esa versión no se sostiene.
No hay protección en mensajes que invitan al suicidio. No hay cuidado en humillar a tu hija anónimamente por más de un año. Eso no es amor. Eso es control. Eso es abuso.
No hay ningún diagnóstico médico que justifique esa conducta. Fue un acto deliberado y sistemático de maltrato emocional.
¿Justicia o castigo simbólico?
Kendra Licari fue arrestada en diciembre de 2022. Se declaró culpable de dos cargos de acoso contra un menor y fue sentenciada a entre 19 meses y 5 años de prisión. Sin embargo, fue liberada en agosto de 2024.
La justicia llegó… pero el daño ya estaba hecho.
El documental cierra con un momento impactante que. Las palabras de Lauryn Licari y de Kandra su madre:
Hija: No me permiten ver a mi mamá ahora que ha salido de prisión. Quiero verla cuando sea el momento adecuado. Creo que sería un alivio verla, pero también algo difícil.
Madre: Ha pasado aproximadamente un año y medio desde la última vez que la vi. Las dos sabemos que estamos la una para la otra pase lo que pase.
Hija: Creo que quiero confiar en ella ahora, pero no creo que pueda. Ahora que está fuera, solo quiero que reciba la ayuda que necesita. Para que, cuando nos veamos, no volvamos a lo de antes ni a cómo eran las cosas.
En esas palabras veo más real las lo que expesó la joven a lo que dijo Kendra la madre. Ella dice que sabe que las dos están una para la otra. No creo que eso sea cierto. No creo que sea posible después de lo ocurrido.
Hoy Lauryn vive con su padre, quien obtuvo la custodia total. Y aunque ha sido una historia devastadora, también es una historia de resiliencia.
Este caso estremeció al mundo porque desafía nuestros supuestos más básicos: — Que las madres siempre protegen. — Que el hogar es el lugar más seguro. — Que el amor de una madre es incondicional.
Pero también nos recuerda algo muy importante: El daño emocional más profundo no siempre viene de los enemigos. A veces viene de quienes más deberían cuidarnos.
Y tú, ¿qué piensas después de conocer esta historia?
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